Las
piezas se mueven en el tablero mientras los que deberían ser
espectadores de la partida de ajedrez mundial, en la que se decide su
presente y su futuro y se escribe la historia, contemplan la ilusión de
un aquelarre. Y eso en el mejor de los casos, pues muchos ni saben que
hay una partida en juego y bastante tienen con sobrevivir a la
explotación, la pobreza o la indiferencia. O a todo junto.
El petróleo, la ‘torre’ de Venezuel
En
los últimos tiempos, Estados Unidos ha apretado la soga de Venezuela en
varias ocasiones, pero el ‘condenado a muerte’ sigue vivo, y el
espectáculo amenaza con convertirse en uno de esos seriales de patíbulo
en los que el condenado es ajusticiado una y otra vez sin éxito hasta
que lo que tenía que haber sido un agradable espectáculo popular de
domingo vengador torna en un lamentable bochorno que afecta a todos los
presentes.
Y
la soga en Venezuela es el petróleo: inanición, su carestía;
supervivencia, su explotación; y riqueza, su expolio. Por ello, los
Estados Unidos impiden o dificultan hasta el extremo la venta de un
crudo que, una vez derrocada Venezuela, circulará por el mundo al ritmo
de su extracción por corporaciones norteamericanas hasta quedar las
entrañas del Orinoco como si a un disecado se le hubiera sometido.
Donald
Trump ha sancionado a la compañía estatal de Petróleos de
Venezuela (PDVSA), lo que ha obligado a esta a buscar socios a los que
abastecer y se ha fijado en la India. Actualmente, el país hindú recibe
366.000 barriles por día, cifra que las autoridades venezolanas quieren
duplicar, lo que situaría las exportaciones de petróleo de la India al
nivel de las adquisiciones de China.
Hay
que tener en cuenta que el 30% de la compañía PDVSA, aunque más de uno
lo enmarque en el surrealismo, es de capital norteamericano (Chevron
Texaco) y entre 500.000 y 600.000 barriles diarios de petróleo tenían
hasta hace escasas semanas como destino Estados Unidos. Debido a las
sanciones, esos son los barriles que necesita vender Venezuela para no
perecer asfixiada.
Sin embargo, el acuerdo no será fácil por diversos problemas:
1.La India compra la mayoría del petróleo en el Golfo Pérsico, por lo que Venezuela tendría que bajar sus precios.
2. El petróleo venezolano es extrapesado por lo que el comprador debe tener capacidad de refinar este crudo (la adquisición de diluyentes no haría rentable la venta de petróleo). Además, claro está, de evitar las sanciones norteamericanas.
3.El costo del transporte de petróleo debería de ser lo suficientemente bajo como para permitir que la venta de crudo siga siendo rentable.
4.Falta de tiempo: las transacciones con la industria petrolera venezolana deberá ser liquidada antes del 28 de abril.
El
petróleo se ha convertido en la ‘torre’ de Venezuela, la última
esperanza de un régimen enrocado que, sorprendentemente, sigue
sobreviviendo, pero necesita de un movimiento que le permita ganar
tiempo y forzar, al menos, las tablas.
La rebelión mundial
Independientemente
de si finalmente se materializa el acuerdo de Venezuela con la India,
clave para la supervivencia del país sudamericano, o si este fracasa y
la soga ahoga al condenado en el patíbulo, sería bueno analizar lo que
está sucediendo a nivel mundial.
Para
empezar, de materializarse el acuerdo con los hindúes, los socios
venezolanos en cuanto al petróleo habrían quedado reducidos a tres
—China, Rusia y la India— y no es ninguna casualidad, pues son los
únicos que tienen capacidad de sostener un pulso a los norteamericanos.
Si
a ello le sumamos el acuerdo al que recientemente ha llegado Arabia
Saudí, tradicional aliado de Estados Unidos, con China para la
exportación de petróleo saudita a una refinería y un complejo
petroquímico en el noreste de China que necesitará una inversión de
10.000 millones de dólares, queda claro que nos encontramos en un
período de balanceo de la hegemonía que no sabemos aún dónde nos
conducirá.
Este
movimiento, el acuerdo entre China y Arabia Saudí, es de suma
importancia para comprender el desplazamiento del poder en la región de
Oriente Medio —de Estados Unidos a Rusia y China—, pues el gigante
asiático es aliado natural de Irán, el principal rival regional de los
saudíes. Pactar con el amigo de un enemigo acérrimo cuya confrontación
en Yemen a lo máximo que llegará es una victoria pírrica cuando no a una
sangrante derrota militar, económica y simbólica, demuestra hasta qué
punto algo muy serio está ocurriendo en la región y en el mundo. Y los
aleteos en Oriente Próximo son huracanes en Venezuela.
Ello
demuestra que Estados Unidos evidencia por primera vez en
décadas debilidad y esa fragilidad, incluso con enfrentamientos más o
menos abiertos con sus socios europeos, le lleva a movimientos que
interpretados de forma aislada podrían parecer inconexos, pero en su
conjunto ofrecen una idea clara de lo que sucede: China, Rusia y la
India (incluso Pakistán en menor medida) son tres potencias que, si bien
no están al nivel de Estados Unidos, ya no pueden ser ignoradas en el
contexto mundial. Hasta tal punto que los designios del inquilino de
turno de la Casa Blanca en estos países ya nos son órdenes. Y Europa
está cerca de sumarse a la rebelión.
No
olvidemos que Venezuela y Arabia Saudí son, por este orden, las mayores
reservas petrolíferas del mundo, con 300 millones y 266 millones de
barriles. Le siguen Canadá con 169 millones, Irán con 158 millones, Irak
con 142 millones, Kuwait con 101 millones, Emiratos Árabes Unidos con
97 millones y Rusia con 80 millones. El resto de los países ni siquiera
llega a los 50 millones de barriles de petróleo: Libia tendría 48
millones y Nigería 37 millones de barriles.
El Nuevo Orden Mundial
Lo
que ocurre en Venezuela se comprenderá con la claridad que ofrece el
tiempo, con la misma naturalidad que hoy sabemos del hundimiento del USS
Maine, pero mientras tanto no queda más remedio que observar con
atención los movimientos del tablero mundial:
1.El intento de venta de Venezuela de petróleo a India.
2.El acuerdo petrolífero de Arabia Saudí a China.
3.La retirada de tropas norteamericanas de Oriente Próximo.
4.El aumento
de la presión internacional, incluyendo una amenaza de intervención
militar, sobre Venezuela y, sobre todo, sobre su petróleo.
5.Las reticencias
de Europa a subir el gasto militar al 2% solicitado y al 4% deseado,
así como los esfuerzos que deben hacer los norteamericanos, cada vez
mayores, para conseguir el respaldo de Europa. Ni Europa ni gran parte
de sus países respaldaron los movimientos norteamericanos en Venezuela
hasta que fueron presionados.
Caerá
o no Venezuela, pero sigan atentos los movimientos, porque
hasta Europa está cada vez más cerca de crear un Ejército único y
recuperar su soberanía en cuanto a la política exterior (Macron y Merkel
en 2018: “la época en la que podías confiar en EE.UU. se acabó”). O lo
que es lo mismo: independizarse.
El
nuevo orden mundial que se dibuja estará constituido por al menos
cuatro potencias —Estados Unidos, Rusia, China y la India—, a la que
podrían sumarse hasta tres potencias más si consiguen ‘independizarse’
—Europa, Brasil y Pakistán—. Más allá de los cambios que de ello se
derivarían, no parece que un mundo gobernado por ocho potencias termine
por ser un mundo peor, pero eso a día de hoy es más profético que
analítico y no está la partida para augurios.
Por: Luis Gonzalo Segura
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