miércoles, 27 de febrero de 2019

Los acuerdos petroleros que muestran un Nuevo Orden Mundial



Las piezas se mueven en el tablero mientras los que deberían ser espectadores de la partida de ajedrez mundial, en la que se decide su presente y su futuro y se escribe la historia, contemplan la ilusión de un aquelarre. Y eso en el mejor de los casos, pues muchos ni saben que hay una partida en juego y bastante tienen con sobrevivir a la explotación, la pobreza o la indiferencia. O a todo junto.

 
El petróleo, la ‘torre’ de Venezuel

En los últimos tiempos, Estados Unidos ha apretado la soga de Venezuela en varias ocasiones, pero el ‘condenado a muerte’ sigue vivo, y el espectáculo amenaza con convertirse en uno de esos seriales de patíbulo en los que el condenado es ajusticiado una y otra vez sin éxito hasta que lo que tenía que haber sido un agradable espectáculo popular de domingo vengador torna en un lamentable bochorno que afecta a todos los presentes. 

Y la soga en Venezuela es el petróleo: inanición, su carestía; supervivencia, su explotación; y riqueza, su expolio. Por ello, los Estados Unidos impiden o dificultan hasta el extremo la venta de un crudo que, una vez derrocada Venezuela, circulará por el mundo al ritmo de su extracción por corporaciones norteamericanas hasta quedar las entrañas del Orinoco como si a un disecado se le hubiera sometido.  

Donald Trump ha sancionado a la compañía estatal de Petróleos de Venezuela (PDVSA), lo que ha obligado a esta a buscar socios a los que abastecer y se ha fijado en la India. Actualmente, el país hindú recibe 366.000 barriles por día, cifra que las autoridades venezolanas quieren duplicar, lo que situaría las exportaciones de petróleo de la India al nivel de las adquisiciones de China. 

Hay que tener en cuenta que el 30% de la compañía PDVSA, aunque más de uno lo enmarque en el surrealismo, es de capital norteamericano (Chevron Texaco) y entre 500.000 y 600.000 barriles diarios de petróleo tenían hasta hace escasas semanas como destino Estados Unidos. Debido a las sanciones, esos son los barriles que necesita vender Venezuela para no perecer asfixiada.

Sin embargo, el acuerdo no será fácil por diversos problemas: 

1.La India compra la mayoría del petróleo en el Golfo Pérsico, por lo que Venezuela tendría que bajar sus precios.

2. El petróleo venezolano es extrapesado por lo que el comprador debe tener capacidad de refinar este crudo (la adquisición de diluyentes no haría rentable la venta de petróleo). Además, claro está, de evitar las sanciones norteamericanas.

3.El costo del transporte de petróleo debería de ser lo suficientemente bajo como para permitir que la venta de crudo siga siendo rentable.

4.Falta de tiempo: las transacciones con la industria petrolera venezolana deberá ser liquidada antes del 28 de abril.

El petróleo se ha convertido en la ‘torre’ de Venezuela, la última esperanza de un régimen enrocado que, sorprendentemente, sigue sobreviviendo, pero necesita de un movimiento que le permita ganar tiempo y forzar, al menos, las tablas.

 

La rebelión mundial

Independientemente de si finalmente se materializa el acuerdo de Venezuela con la India, clave para la supervivencia del país sudamericano, o si este fracasa y la soga ahoga al condenado en el patíbulo, sería bueno analizar lo que está sucediendo a nivel mundial. 

Para empezar, de materializarse el acuerdo con los hindúes, los socios venezolanos en cuanto al petróleo habrían quedado reducidos a tres —China, Rusia y la India— y no es ninguna casualidad, pues son los únicos que tienen capacidad de sostener un pulso a los norteamericanos.

Si a ello le sumamos el acuerdo al que recientemente ha llegado Arabia Saudí, tradicional aliado de Estados Unidos, con China para la exportación de petróleo saudita a una refinería y un complejo petroquímico en el noreste de China que necesitará una inversión de 10.000 millones de dólares, queda claro que nos encontramos en un período de balanceo de la hegemonía que no sabemos aún dónde nos conducirá. 

Este movimiento, el acuerdo entre China y Arabia Saudí, es de suma importancia para comprender el desplazamiento del poder en la región de Oriente Medio —de Estados Unidos a Rusia y China—, pues el gigante asiático es aliado natural de Irán, el principal rival regional de los saudíes. Pactar con el amigo de un enemigo acérrimo cuya confrontación en Yemen a lo máximo que llegará es una victoria pírrica cuando no a una sangrante derrota militar, económica y simbólica, demuestra hasta qué punto algo muy serio está ocurriendo en la región y en el mundo. Y los aleteos en Oriente Próximo son huracanes en Venezuela.

Ello demuestra que Estados Unidos evidencia por primera vez en décadas debilidad y esa fragilidad, incluso con enfrentamientos más o menos abiertos con sus socios europeos, le lleva a movimientos que interpretados de forma aislada podrían parecer inconexos, pero en su conjunto ofrecen una idea clara de lo que sucede: China, Rusia y la India (incluso Pakistán en menor medida) son tres potencias que, si bien no están al nivel de Estados Unidos, ya no pueden ser ignoradas en el contexto mundial. Hasta tal punto que los designios del inquilino de turno de la Casa Blanca en estos países ya nos son órdenes. Y Europa está cerca de sumarse a la rebelión.

No olvidemos que Venezuela y Arabia Saudí son, por este orden, las mayores reservas petrolíferas del mundo, con 300 millones y 266 millones de barriles. Le siguen Canadá con 169 millones, Irán con 158 millones, Irak con 142 millones, Kuwait con 101 millones, Emiratos Árabes Unidos con 97 millones y Rusia con 80 millones. El resto de los países ni siquiera llega a los 50 millones de barriles de petróleo: Libia tendría 48 millones y Nigería 37 millones de barriles.

 

El Nuevo Orden Mundial

Lo que ocurre en Venezuela se comprenderá con la claridad que ofrece el tiempo, con la misma naturalidad que hoy sabemos del hundimiento del USS Maine, pero mientras tanto no queda más remedio que observar con atención los movimientos del tablero mundial:

1.El intento de venta de Venezuela de petróleo a India.

2.El acuerdo petrolífero de Arabia Saudí a China.

3.La retirada de tropas norteamericanas de Oriente Próximo.

4.El aumento de la presión internacional, incluyendo una amenaza de intervención militar, sobre Venezuela y, sobre todo, sobre su petróleo.

5.Las reticencias de Europa a subir el gasto militar al 2% solicitado y al 4% deseado, así como los esfuerzos que deben hacer los norteamericanos, cada vez mayores, para conseguir el respaldo de Europa. Ni Europa ni gran parte de sus países respaldaron los movimientos norteamericanos en Venezuela hasta que fueron presionados.

Caerá o no Venezuela, pero sigan atentos los movimientos, porque hasta Europa está cada vez más cerca de crear un Ejército único y recuperar su soberanía en cuanto a la política exterior (Macron y Merkel en 2018: “la época en la que podías confiar en EE.UU. se acabó”). O lo que es lo mismo: independizarse.

El nuevo orden mundial que se dibuja estará constituido por al menos cuatro potencias —Estados Unidos, Rusia, China y la India—, a la que podrían sumarse hasta tres potencias más si consiguen ‘independizarse’ —Europa, Brasil y Pakistán—. Más allá de los cambios que de ello se derivarían, no parece que un mundo gobernado por ocho potencias termine por ser un mundo peor, pero eso a día de hoy es más profético que analítico y no está la partida para augurios.

Por: Luis Gonzalo Segura

Venezuela: Ser o no ser


25-02-2019
Eduard Luque
TopoExpress


“Por favor, señor, quiero un poco más”. Oliver Twist. Charles Dickens.


Nota edición: Mientras se concreta o no una posible intervención militar, Elliott Abrams, el criminal nombrado para promover la guerra, ha reconocido que no puede fijar una fecha para la destitución de Maduro; por eso ha decidido apretar y profundizar el bloqueo.

La guerra mediática
La vida política del auto-proclamado presidente venezolano será breve. La oposición a Maduro atrincherada en la Asamblea Nacional, en desacato, ha redactado el denominado “Estatuto de la transición”. El documento pretende dar visos de institucionalidad a lo que es un mero Golpe de Estado: se establece sin tiempo definido una presidencia interina que se haría efectiva tras el “cese de la usurpación”. El argumento de que el señor Guaidó era “Presidente interino”, utilizado por las cancillerías europeas (entre ellas la española), se demuestra falso: el mismo estatuto reconoce que esta interinidad se produciría tras la “marcha” de Nicolás Maduro.
En este momento, el anti-chavismo no contempla ninguna otra opción (ni conversaciones oposición-gobierno, ni nuevas elecciones…..), nada que no sea la destitución violenta del presidente legítimo. El 7 de febrero supimos de la integración del general brasileño Alcides Valenciano de Faria Junior con el grado de subcomandante en las fuerzas armadas de EEUU, concretamente en el Comando Sur. La toma de posesión del cargo será en abril y en ese momento ya se habrán cumplido los plazos para la entrega de la tan manida “ayuda humanitaria”. El objetivo es la coordinación inter-armas; en realidad sería un elemento central en la preparación de una posible intervención. Según el gobierno cubano se están aerotransportando infantes de marina y especialistas en operaciones especiales a Colombia.
Para Donald Trump, la destitución de Nicolás Maduro o su desaparición física y política es clave en las elecciones del 2020. Guaidó pierde fuelle popular; las manifestaciones que convoca “pinchan”. Los otros partidos opositores, que no habían sido informados del golpe, esperan acontecimientos para pedir su cabeza si el Golpe finalmente fracasa. El apoyo prestado al golpista, por parte de los otros partidos, ha sido en el mejor de los casos tibio y se enfría a medida que pasan los días y se visualiza que el Golpe no se resolverá de forma rápida. En última instancia y sólo en última instancia, aún puede pasar cualquier cosa, podrían apoyar conversaciones de mediación que Maduro ha propuesto y que la ONU, Uruguay y Méjico apoyan. En este momento es un escenario inverosímil; Donald Trump lo impide.
Se pretende que el 23 febrero, fecha en la que Juan Guaidó debería llamar a elecciones, se focalice la crisis de la “ayuda humanitaria”. En realidad es tanto un recurso para mantener la tensión internacional como para ocultar la futilidad del autoproclamado presidente. No hay un plan para introducir la “ayuda humanitaria” en el país. La utilidad de Juan Guaidó es la de “legitimar” el robo de los activos del Estado venezolano que perpetra Estados Unidos y poco más. Su recorrido político acaba ahí. Como decíamos en un artículo anterior [1] el tiempo pasa y lo que se prometía como un golpe rápido se ha convertido en una larga etapa de desgaste donde el anti-chavismo tiene que gestionar su propia realidad.
Nicolás Maduro se mantiene en funciones; la movilización popular en defensa de la legitimidad democrática no decae, a pesar de que las sanciones sólo pretenden dañar al pueblo común. La economía venezolana se direcciona hacia nuevos mercados que le permitan reducir el impacto de las últimas sanciones económicas (el aumento de ventas de petróleo a la India, la venta de oro en Qatar que le permite disponer de liquidez, los acuerdos con Turquía a quien vende arena aurífera para transformarla en lingotes, la ayuda financiera de Rusia y China…) Con su presencia en los cuarteles, Nicolás Maduro mantiene cohesionadas en torno a su figura a las Fuerzas Armadas; está gestionando las relaciones internacionales de forma tal que la propia ONU lo sigue reconociendo como presidente legítimo (Guaidó sólo ha sido reconocido por 40 de los 193 que la forman) y mantiene unificada la infraestructura institucional del Estado. Mientras, el autoproclamado Presidente sigue durmiendo en la embajada de Colombia, usa un escritorio prestado y nombra embajadores que no pueden tomar posesión de las sedes diplomáticas o consulares en el extranjero.
¿Emergencia humanitaria en Venezuela? No. ¡¡¡En EEUU, en Inglaterra, en España!!!
La propaganda antichavista, sobre todo en Occidente, desborda la imaginación más calenturienta. ¿Existe tras veinte años de embargos una emergencia humanitaria en Venezuela? Parece que no. En 2013 el Presidente venezolano era galardonado por la ONU por su “lucha contra la pobreza”. Se reconocía así que el esfuerzo del gobierno por erradicar esa lacra en el país dio frutos a través del “proyecto hambre cero¨. Venezuela no es Haití, ni Yemen, ni Sudán o Etiopía. Así pues, ¿por qué Occidente no ayuda a Haití y destituye a su presidente que trafica con el petróleo casi regalado que proporcionaba Venezuela? El cinismo del mundo occidental hacia Venezuela alcanza cotas inimaginables.
La emergencia humanitaria existe en muchos países, también en Occidente. EEUU es la primera o segunda potencia mundial, paladín de la democracia y tierra de promisión, pero también es el país donde 48 millones de personas pasan hambre. Uno de cada cinco niños norteamericanos está en riesgo de padecer malnutrición. Si además eres afroamericano, la proporción sube a uno de cada tres. Nunca, desde la gran depresión de 1929, EEUU había sufrido una tasa de inseguridad alimentaria como la actual.
El Reino Unido [2] es la quinta economía mundial. Es uno de los países más agresivos contra la Venezuela de Maduro, como antes lo fue contra Chávez. Su argumento: Maduro mata de hambre a su pueblo, por lo tanto es necesaria la “ayuda humanitaria”, aunque sea a cañonazos. Pero, la realidad en el Reino Unido es aterradora. Una de las asociaciones más activas en el campo de la lucha contra el hambre, “The trusell trust”[3], dibuja en sus informes un escenario devastador: 14 millones de personas viven en la pobreza (dificultades para tomar tres comidas diarias) y de ellos, 4,5 millones son menores de 15 años. Esta organización que hace 10 años contaba con medio centenar de Bancos de Alimentos ahora gestiona más de 1.200. El hambre en Reino Unido creció en 2018 respecto al año anterior en un 13%. Los sindicatos de profesores de todo el país lo denuncian: sus alumnos llegan a la escuela cansados porque no han desayunado, rebuscan en las papeleras de la escuela o en los contenedores antes de llegar a clase. Tal es la situación que, desde el Parlamento Británico, se sugiere que se cree el “Ministerio para el hambre”. El Informe elaborado en noviembre del 2018 por el profesor Philip Alston, Relator Especial de las NNUU sobre la pobreza extrema y los derechos humanos[4] es absolutamente aterrador.
España es, según las estadísticas, el tercer país europeo en desigualdad por detrás de Rumanía, Bulgaria y empatando con Lituania. Nuestro país tiene con cifras del 2018, 10.2 millones de personas por debajo del umbral de pobreza, que se traduce en una tasa de pobreza del 22.3%. Según UNICEF, también somos el tercer país en pobreza infantil de la UE, por detrás incluso de Rumanía y Grecia, y, lo que es aún peor, lo somos tanto en pobreza relativa como en pobreza estructural. ¿De qué presumimos? ¿Qué tenemos que enseñar a Venezuela?
Apretar el dogal.
Mientras se concreta o no la posibilidad de una intervención militar, Elliott Abrams el criminal nombrado para promover la guerra, ha reconocido que no puede fijar una fecha para la destitución de Maduro; por eso ha decidido apretar y profundizar el bloqueo. El objetivo son las medicinas y los alimentos de primera necesidad. Nada nuevo por otra parte. En noviembre de 2017, se retuvieron en la frontera colombiana medicamentos contra la malaria y el paludismo, gracias a la Orden Ejecutiva de la Casa Blanca (curiosa forma de proceder cuando una orden ejecutiva interna acaba siendo de obligado cumplimiento para un tercer país). Se daba así la paradoja que Estados Unidos seguía comprando petróleo para las refinerías del sur, especialmente California, mientras imponía restricciones a los países que comerciaran con Venezuela. En paralelo, el Citibank había congelado fondos de las cuentas del Estado venezolano para la compra de insulina para los enfermos. Las sanciones obligaron a los buques contratados para el transporte a fondear en puertos internacionales. Fue la India la que pudo transportar finalmente el cargamento. En estos momentos son tres los puntos donde se acumula la “ayuda humanitaria”, que corresponden a los países interesados en la intervención: Aruba en Brasil, Cúcuta en Colombia y Curazao, territorio autónomo dependiente de Holanda, donde se concentra la ayuda humanitaria de la UE.
El Reino de España: de colaborador necesario a vasallo del Imperio.
El gobierno de Pedro Sánchez es reo de sus propios gestos: acabará con las manos manchadas de sangre si se produce la intervención. El ex-presidente español se ha alineado directamente con la estructura militar de EEUU (en estos días una fragata española, la Méndez Núñez CVN-72, está participando en la preparación de la intervención, como apoyo al portaaviones Abraham Lincoln y su flota de ataque). El comportamiento irresponsable del ejecutivo en funciones acentúa el padecimiento del pueblo venezolano. En los últimos días hemos sabido que un cargamento de insulina (252 paquetes con un peso de 590 kilos) y medicinas contra la hipertensión (200.000 unidades), compradas por una empresa privada venezolana con destino a Caracas y procedente de Qatar (vuelo QR-147), habría debido ser transbordado en Madrid el 12 de febrero al vuelo de Iberia IB-6673 para su transporte a destino. El importador fue informado por las autoridades españolas que el cargamento había sido devuelto a origen sin más explicaciones.[5] Lo más asombroso del caso es que la aerolínea española mantiene vuelos comerciales con Caracas de forma regular. Pero ¿quién manda en la política exterior de España?
El filantrocapitalismo, las ONG y el ataque a Venezuela.[6]
Todo este aquelarre necesita de una justificación moral o ética. En el caso libio fue la del dictador que bombardeaba a su pueblo. En el caso sirio, el del dictador que reprimía las libertades. Ahora es el de la ayuda humanitaria. Todo este entramado de Fake News no habría podido darse de no haber contado con el apoyo de las mal llamadas “organizaciones de la sociedad civil” (las ONGS) que como sabemos tuvieron un papel muy relevante en la guerra en Libia y Siria.
En Venezuela las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) han sido utilizadas como ariete ideológico y fuente de financiación de la oposición anchi-chavista. No son imparciales ni inocentes, tienen asignadas funciones específicas en áreas como la agresión financiera y la intoxicación mediática. Son un elemento central de la guerra híbrida que se cierne sobre el país. Al erigirse como “representantes de la sociedad civil” (¿quién les ha dado esa autoridad?) acaban desafiando y queriendo usurpar la propia soberanía nacional.
Evidentemente estas Ongs no serían nada sin sus financiadores internacionales. El más activo en el caso venezolano es la NED (National Endowment for Democracy) El papel de la NED, es hacer de forma encubierta lo que antes hacía la CIA y ahora no puede. Su financiación depende directamente del Congreso norteamericano, aunque no desdeña otras aportaciones como las de Open Society foundations (George Soros). La NED ha estado en el centro de todas las “revoluciones de colores” desde la fragmentación de Yugoslavia (año 2000) hasta nuestros días.
Otras fuentes de financiación, además de las ya enunciadas, son la USAID (agencia de Estados Unidos para el desarrollo internacional), el IRI (Instituto republicano internacional cuyo presidente fue el finado criminal John McCain). Otros aportantes serían el NDI (Instituto Nacional Demócrata para los Asuntos Internacionales, cuya presidenta fue Madeleine Albright). El CIPE (Centro para la Empresa Privada Internacional) forma parte de la Cámara de comercio de EEUU. En el campo laboral, la fundación más importante es el ACILS (Centro Americano para la Solidaridad Sindical Internacional). En nuestro país las principales entidades han sido la AECID y especialmente la fundación FAES. El núcleo coordinador de todas las ONGs anti bolivarianas que actúan en el país caribeño es sin duda alguna el NED, junto a la Freedom House y la USAID, encargadas del adiestramiento y preparación de los líderes de estas ONGs, en ocasiones llamadas “observatorios o fundaciones”.
Las dificultades para establecer cuáles son los cauces y los donantes de la financiación son enormes, como podemos imaginar. Aun así, la investigadora Eva Golinger ha conseguido demostrar que, entre 2013 y 2014, la NED había enviado a Venezuela 14 millones de dólares para las ONGs y las campañas políticas de los partidos opositores a Chávez. Las ONGs más activas en Venezuela fueron Súmate, aparecido en 2002 que estuvo presidida por María Corina Machado, auto propuesta como futura presidenciable en varias ocasiones con el objetivo de desprestigiar al Consejo Nacional electoral (CNE), acusándolo de parcialidad a favor del gobierno. Otra ONG importante es Humano y Libre ; fundada también en 2002, fue el responsable financiero de los grupos guarimberos que en 2007 intentaron derribar a Chávez. Actualmente, según la investigación de la periodista Eva Golinger, las ONGs más activas serían: Foro Penal Venezolano (Freedom House), constituida por un grupo de abogados cuyo objetivo es sabotear cualquier intento de arreglo político de la situación. Otras Ongs, como la Asociación civil Control Ciudadano, no dudan en hacer públicos documentos reservados de inteligencia. En los últimos meses han adquirido relevancia el Observatorio Venezolano de Violencia, una copia del “Observatorio para los derechos humanos sirio”. El objetivo es generar un relato: el Estado venezolano es un estado fallido, todo eso envuelto en una retórica aparentemente “amable”.
La partida geoestratégica
EEUU no ha conseguido los apoyos suficientes para iniciar la intervención bajo el paraguas de la legitimidad internacional. Incluso los “vasallos” europeos matizan sus discursos. Moscú ha enviado señales inequívocas de apoyo a Caracas. Si EEUU donó 200 Tm de Kits de limpieza personal como “ayuda humanitaria”, Rusia hará llegar más de 300 Tm de productos médicos en tres aviones militares, mientras, y en una acción menos mediática, Cuba y China envían más de 1000 Tm de medicinas. El apoyo de la India a la compra de petróleo venezolano desoyendo las amenazas de Trump revela que cada actor comienza a actuar en función de sus intereses. Incluso dentro de los aliados más fieles cunde la preocupación, los enfrentamientos entre el presidente brasileño y su entorno familiar a favor de la intervención directa, chocan con la posición del vice-presidente (un militar) que teme por la pérdida de las inversiones chinas en el país. Depende de la evolución de la crisis, Brasil dejará de ser una potencia en ciernes para aceptar nuevamente el papel de vasallo. La estrategia de Trump es crear una triple alianza entre Brasil, Chile y Colombia que le permita controlar toda América del Sur y el Caribe. Volvemos a reeditar la doctrina Monroe, aunque con una diferencia: no se pretende conquistar y conservar militarmente el territorio, sino que siguiendo la doctrina del General Arthur Cebrowski se trata de destruir el Estado para adueñarse de sus riquezas naturales y decidir qué otros países tienen acceso a esas materias primas. Una vez destruido el Estado se trata de mantenerlo en la anarquía. La inexistencia de una burguesía nacional que no sea dependiente del gigante norteamericano permite estos planteamientos.
Notas:
1] https://www.cronicapopular.es/2019/01/venezuela-independencia-o-barbarie/
2] http://www.institutodeestrategia.com/articulo/americas/un-informe/20180423170052012800.html
3] https://www.trusselltrust.org/
4] https://www.ohchr.org/EN/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=23881&LangID=E
(última revisión 16 de febrero 2019)
5] https://twitter.com/latablablog
6] http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/ongs-en-venezuela-y-financistas-que-operan-detras-de-ellas-infografias
Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/venezuela-ser-o-no-ser/

Los medios globales y los influencers que avalaron la simulación de Cúcuta también fueron derrotados

La operación de simulación perpetrada en la frontera colombo-venezolana fracasó, pero ni sus grandes planificadores (los gobiernos de Estados Unidos y Colombia) ni sus mediocres ejecutores (la derecha venezolana) quieren aceptar su parte de la debacle.

Es algo típico de las derrotas que, como siempre se ha dicho, son huérfanas. También es un clásico de la clase política opositora venezolana, experta en eludir las culpas.

Pero junto a esos dos actores de la fallida operación de bandera falsa debe identificarse a otro, no menos importante, que jugó un papel primordial en el intento de construir un acontecimiento que sirviera de casus belli, de detonante de una agresión militar. Se trata de los medios de comunicación social y los influencer de las redes sociales que se metieron hasta el fondo en ese pantanoso terreno. Igual que sus pares políticos, ahora se hacen los desentendidos, miran para otro lado o pretenden –ya en el colmo de la desvergüenza- seguir alimentando las deshilachadas fake news que lanzaron el sábado.

Para hacer el análisis, caractericemos con cuidado este actor comunicacional, pues tiene unas peculiaridades que merecen estudio.

Lo primero que salta a la vista es que los medios que se encuentran en acción actualmente son de dos tipos: los medios globales extranjeros y los medios digitales que postulan un periodismo independiente.

En tanto, los medios convencionales venezolanos (prensa, radio y TV) están sumamente disminuidos, sobre todo si se les compara con aquellos que tuvieron la voz de mando en el golpe de Estado de 2002, el circo de la plaza Altamira, el paro petrolero, las guarimbas de 2004, el rechazo a la reforma constitucional de 2007, las infames campañas relacionadas con la enfermedad del comandante Hugo Chávez entre 2011 y 2013, y la “calentera” caprilista de ese último año.

Los medios extranjeros mintieron sin rubor

Los medios globales extranjeros han convertido a Venezuela en una obsesión durante los últimos años. Quizá el más claro ejemplo es el de la prensa española, que dedica portadas y numerosas páginas todos los días al tema Venezuela, incluso en detrimento de sus propios asuntos domésticos y los de entornos mucho más inmediatos para ellos, como el resto de Europa, África y el Medio Oriente.
Las portadas de esos medios globales, tanto los españoles como los estadounidenses, otros europeos y los latinoamericanos correspondientes a los hechos del sábado 23 son un monumento al antiperiodismo. Contra toda la evidencia que sus corresponsales y enviados especiales observaron directamente y la que se difundió a través de numerosos testimonios de videos y fotografías, esos medios cumplieron al pie de la letra con su parte del plan macabro: decir al mundo que fue el gobierno venezolano el autor de la quema de los camiones con ayuda humanitaria.

En su prepotencia, los dueños y directivos de estos medios consideraron que si todos difundían esta versión de los hechos, por más que fuera palmariamente falsa, el mundo la aceptaría sin chistar y, en consecuencia, estaría legitimada la violencia contra un tirano tan depravado que quema la comida y las medicinas que una partida de gente buena está tratando de regalarle a su pueblo.

Pero, un primer balance de lo acontecido parece demostrar que la operación de bandera falsa fracasó y el intento de los grandes medios de hacer ver lo contrario también falló.

Habría que realizar encuestas y grupos de enfoque para comprobarlo, pero algunos indicios permiten implicar que la gran matriz de los supemedios globales solo fue tragada por  las audiencias extremadamente radicalizadas, que claman por creer ese tipo de especies, sin importar cuán alejadas de los hechos estén.

Es evidente que los grandes medios fueron cómplices de un grave intento de crear un motivo de guerra contra Venezuela. Eso debería conducir a la aplicación de sanciones inclusive penales, sobre todo si se toma en cuenta la jurisprudencia mundial existente. Por ejemplo, luego del genocidio de Ruanda, la Corte Penal especial que lo juzgó, castigó con severas penas a los autores de la parte mediática de esa desgracia, pues se demostró que, de manera dolosa, incitaron a una de las etnias a agredir y matar a los integrantes de la otra.

Claro que sería mucho pedir que se llegara a ese nivel. Pero las personas que intencionalmente mintieron a sus públicos respecto a estos hechos deberían ser reprendidos al menos moralmente. Sabemos que eso no ocurrirá porque uno de los efectos de las vueltas de tuerca que capitalismo hegemónico ha dado al ámbito de las comunicaciones en las últimas décadas ha sido el borrar todos los preceptos deontológicos que alguna vez tuvieron vigencia y que servían de barrera de contención para los desmanes de los oligopolios mediáticos. ¿Qué puede esperarse de un  mundo en el que la mayor parte de los medios de comunicación con grandes audiencias son propiedad de los mismos dueños de las industrias de las armas, la energía, la alimentación y la banca?

Los medios globales, por supuesto, no han aceptado su parte de culpa en el fracaso de la operación de la frontera. Algunos, como se dijo antes, han optado por seguir repitiendo las fake news, con la esperanza de que se cumpla el principio goebeliano ,y alguna vez se convierta en la verdad aceptada por todos.

Otra parte ha recurrido a uno de sus viejos trucos: actuar como si esos medios no hubiesen estado involucrados en el acto de cometer un hecho punible y atribuírselo a un adversario. Algunos hasta se dedican a criticar a los políticos involucrados en el hecho, obviando el hecho de que estas noticias fueron desenmascaradas muy pronto y, a pesar de eso, los medios insistieron en publicar la versión falsa.

En aplicación rigurosa de los códigos de ética periodística y hasta de los libros de estilo de los medios (que son normativa internas autoimpuestas), deberían haber publicado un desmentido eficaz tan pronto se desmontó la operación. Es más, deberían haber pedido perdón por tan mala praxis periodística. Pero, una vez más, sabemos que eso no va a ocurrir.

Nuevos medios, viejos procedimientos
El otro componente de la nueva realidad mediática venezolana son los medios digitales que se postulan como impulsores de un periodismo independiente y de investigación.

En vista de su condición de órganos no oligárquicos, en general dirigidos por comunicadores sociales que antes fueron empleados de los medios tradicionales, era de esperarse que se comportaran distinto a como lo hicieron estos en 2002. Pero, lastimosamente, en la actual coyuntura han tenido la misma actitud de servir de sostén a una serie de acciones preparatorias de guerra psicológica y, de manera concreta, a la gran simulación del pasado sábado, que pretendía detonar el derrocamiento del gobierno nacional.

Los medios independientes cumplieron con las mismas páginas del libreto que tuvieron los medios globales y los pocos medios tradicionales venezolanos que aún tienen público.

Frente a los órganos globales, los medios digitales opositores tienen un agravante: sus directivos y reporteros son venezolanos. Atizar un casus belli es grave en cualquier caso, pero hacerlo en contra del propio país llega a ser incalificable.

Estos medios tampoco han querido aceptar la parte del fracaso que les corresponde. Tampoco han asumido, salvo honrosas excepciones, la responsabilidad de desmentirse o de hacer aclaratorias. En varios casos se ha notado la misma conducta de los medios globales: seguir insistiendo en la fake news, lo cual ya no es un simple pecado, sino una absoluta aberración.

¿Y los influencers? ¡…También!

El tercer actor de la nueva dinámica comunicacional son las individualidades que, por su número de seguidores en las redes, son considerados influencers, un status al que muchos aspiran en estos tiempos.

Pues bien, durante las diversas etapas del intento de derrocamiento desde el extranjero del presidente Nicolás Maduro, buena parte de los influencers de tendencia opositora han actuado de manera idéntica a los grandes medios globales y a los medios digitales autoproclamados independientes.

Esto fue muy evidente en casos de inventos como el reclutamiento forzoso de jóvenes o el secuestro de niños, en días previos a los sucesos del 23 de febrero. Pero ese día, varios de los influenciadores de la derecha se prodigaron en la viralización de las fake news que se intentaron a lo largo de la jornada y, especialmente, se afincaron en difundir la operación de falsa bandera de la quema de los camiones.

Como gurúes de la comunicación 2.0, muchos influencers se caracterizan por la misma prepotencia de los grandes medios. En su fuero interno están convencidos de que cualquier cosa que difundan será creída, independientemente de que se haya puesto en evidencia su absoluta falsedad.

Tal vez es por eso que los influencers tampoco suelen desmentirse ni aclarar nada. Se escabullen, aprovechando una de las características de las redes sociales, que es lo efímero que resultan los temas. Buena parte de ellos utilizó otro montaje, el del periodista Jorge Ramos, para irse por la tangente y seguir hablado de la “dictadura”.

Ninguno de los infuencers ha aceptado su tajada del fracaso de la matriz de opinión que se lanzó desde Cúcuta para criminalizar al gobierno de Venezuela y justificar una invasión. Pero sí que les toca su parte. Por el bien de su credibilidad, no deberían hacerse los locos.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

jueves, 21 de febrero de 2019

Venezuela en el nuevo mapa del Pentágono: el espejo de Libia


Los planes imperialistas de intervención militar en Venezuela no prevén un “recambio democrático” con posterior florecimiento de la economía, sino un proceso de disolución nacional al estilo de Libia, que se extendería por toda la región. Eso predicen los estrategas del Pentágono, y lo explican en sus charlas públicas.

Por Claudio Fabian Guevara*,
Resumen Latinoamericano, 31 marzo 2018

Hace siete años, Libia, la nación más próspera de Africa, comenzaba a derrumbarse bajo una invasión militar que la dejaría sumida en el caos. El guión noticioso de aquellos días afirmaba que la OTAN había decidido bombardear el país como represalia contra el gobierno de Muamar el Gadafi, acusado de bombardear marchas de oposición interna. Era un contrasentido: ningún gobierno tiene necesidad de usar un bombardeo para reprimir protestas. Y en el caso de que tal bizarra situación tuviera lugar, bombardear el país entero equivale a que los bomberos, para combatir el incendio de una casa, prendieran fuego toda la manzana.
Las noticias absurdas, transmitidas en cadena, suelen ser la antesala de las más crueles operaciones de guerra. La operación militar de la OTAN, bendecida por la ONU y jamas cuestionada por quienes forman la opinión pública de Occidente, no tuvo por objeto solamente el desplazamiento del gobierno libio, sino también la destrucción de la infraestructura civil que hacía de Libia es país más desarrollado de Africa.
Antes de 2011, Libia había conseguido la independencia económica, su propia alimentación, explotaba en beneficio de la nación su petróleo, y su banco estatal se aprestaba a lanzar, junto con naciones africanas, una moneda basada en el patrón oro. A partir de la revolución independentista que encabezó Gadafi, Libia se había convertido en el país más rico de África. “La educación y los tratamientos médicos eran gratuitos; la vivienda se consideraba parte de los derechos humanos y los libios participaban en un original sistema de democracia local. El país se jactaba de tener el sistema de irrigación más grande del mundo, el proyecto del Gran Río Artificial, que trasportaba agua desde el desierto a las ciudades y las zonas costeras; Gadafi estaba embarcado en un programa para extender este modelo por toda África”. i

Balance de la invasión “liberadora”
 
Siete años después de la invasión “democratizadora” de las potencias occidentales, “la población de las ciudades de Libia, incluyendo la capital Trípoli, donde vive una tercera parte de la población libia, sufre escasez de agua, vive en la oscuridad debido a los cortes de electricidad y carece de instalaciones médicas y de lo necesario para satisfacer las necesidades humanas fundamentales. Según la ONU, 65% de los hospitales están cerrados, mientras que el dinar libio se ha desplomado y la producción de petróleo ha pasado de 1,9 millones de barriles diarios a 250 000 barriles… Las principales carreteras están interrumpidas por causa de las operaciones militares y de la proliferación de bandas… Las noticias cotidianas más frecuentes son los secuestros con pedidos de rescate y el tráfico de armas que florece a través de internet”.ii
Otros detalles del presente de Libia luego de la invasión “salvadora” de Occidente hacen especialmente escalofriante la indiferencia hacia su destino:
Un Estado que atraía inversionistas del mundo entero se ha convertido en un exportador de migrantes. El 55% de su población se ha refugiado en el extranjero.
Un Estado que reunió a expertos y forjó una Constitución moderna, base de una democracia original que fue alabada como la “tercera vía” por importantes pensadores, está convertido ahora en una zona gobernada por 1.500 milicias criminales.
Un Estado que había logrado satisfacer las necesidades básicas de toda la población, donde el robo era inhabitual, ha sido convertido en un lugar donde cuerpos humanos mutilados y en estado de descomposición aparecen cotidianamente en las calles y carreteras.
¿Cuáles son los motivos de semejante desastre, y de que Libia hoy no pueda ser “presentada en sociedad” como un ejemplo de la acción civilizadora de las instituciones occidentales? ¿Se trata de ineficacia, un error de cálculo de los estrategas militares, o hay algo más?


Los líneamientos de la agenda profunda
 
Los motivos de la operación militar, según surge de miles de e-mail de Hillary Clinton desclasificados, no solo giraron en torno al pillaje de los recursos petroleros y financieros de la nación africana. En realidad, parece haber tenido mayor peso la represalia imperial ante la “insolente” iniciativa de Gadafi de establecer una moneda africana independiente, anclada en el patrón oro.
Detrás de esta superficie, hay indicios de una agenda profunda que revela mucho más.
El Gran Río Artificial era un grandioso proyecto de infraestructuras que estaba convirtiendo regiones áridas de Libia en un verdadero granero. El proyecto, un sistema de irrigación civil que daba servicio al 70 por ciento de la población, había costado 33.000 millones de dólares. Se había financiado sin intereses y sin crear deuda externa, a través del propio banco público libio. El modelo, además, se pretendía exportar a los países hermanos de Africa.
Un primer detalle sugestivo es que esta infraestructura fundamental fue destruida en 2011 por los bombardeos. Ningunos de los motivos de la intervención “humanitaria” puede explicar la decisión militar de demoler esta infraestructura de servicios básicos a la población.
El profesor canadiense Maximilian Forte lo explica así en su libro Slouching toward Sirte: NATO’s war in Lybia and Africa: “El objetivo de la intervención militar de EE.UU. era trastocar un modelo de independencia emergente y una red de colaboración dentro de África que habría permitido incrementar el nivel de autonomía africano, contrario a las ambiciones geoestratégicas, económicas y políticas de las potencias extracontinentales europeas, concretamente, de EE.UU.”
Desde este enfoque, destruir infraestructura tendría por objeto desalentar a la población y facilitar la captura militar del enclave.
Sin embargo, un segundo detalle sugestivo revela otro nivel de la agenda profunda. La OTAN no solo bombardeó el sistema de canales y tuberías, sino que terminó definitivamente con el proyecto al destruir la factoría que fabricaba las tuberías necesarias para repararlo. Si los planes invasores eran acaban con la autonomía de esa nación, para volver a dirigirlo bajo una nueva administración neocolonial ¿Por qué no preparar el terreno para restablecer los servicios a la población una vez tomado el control del país? ¿Por qué bloquear un “retorno a la normalidad”?
Al parecer, los planificadores del mundo no han previsto un retorno la normalidad para las nuevas zonas introducidas dentro de la guerra. Esto es importante para analizar el presente y el futuro de Venezuela.
Bienvenidos a las “zonas no integradas”
Las noticias del sistema hegemónico de medios presentan a un grupo creciente de países del mundo envueltos en conflictos que aparecen desconectados unos de otros. En estos momento hay guerra, con movimientos de blindados y tropas regulares e irregulares, en Túnez, Libia, Egipto, Palestina, Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudita, Bahréin, Yemen, Turquía y Afganistán. Al mismo tiempo, las noticias anticipan que Venezuela puede ser el próximo foco de un enfrentamiento bélico, fogoneado por un clima de “linchamiento mediático” y por amenazas de intervención militar de Estados Unidos.
¿Qué tienen en común todos estos territorios? Todos se ven envueltos en conflictos confusos e interminables, inducidos y/o realimentados por fuerzas irregulares donde agentes extranjeros participan en el combate o en el entrenamiento de los “rebeldes” que reciben generosa provisión de armamentos desde el exterior; y todos figuran, en el nuevo mapa del Pentágono, dentro de las “zonas no integradas” del mundo, una concepción militar que plantea un análisis de la guerra y de la paz en el contexto de “todo lo demás”: comercio interno e internacional, sistemas de sanidad y educación, fuerzas de seguridad, etc.
A fines analíticos, el nuevo mapa del Pentágono divide al globo en dos áreas:
– Una zona “integrada” (el “núcleo”), que goza de los beneficios del sistema: Norteamérica, Europa, Japón, Rusia, Sudafrica, China, India, Australia y Nueva Zelanda, Brasil, Uruguay y parte de Argentina y Chile.
– Otra zona “no integrada” (la “brecha”) sumida en un caos donde la población es incapaz de organizar su desarrollo colectivo y sólo se piensa en sobrevivir el día a día: el resto del mundo. Para dotar de cierta organización social a estos territorios (aunque no se planteen explícitamente metas y plazos) hace falta una Fuerza de Administración de Sistemas dependiente del ejército estadounidense.
Esta concepción se encuentra resumida en el libro “The Pentagon’s New Map: War and Peace in the Twenty-First Century”, de Thomas Barnett, y parte de la presunción de que la superioridad militar de Estados Unidos es aplastante en todos los escenarios, y como tal, debe ser ejercida para “eliminar a los chicos malos”. La novedad es que debe prepararse además una fuerza de ocupación de largo plazo que “administre los sistemas” que fueron destruidos.
Para Barnett, el problema de Irak no fue haber invadido el país ilegal e insensatamente, bajo falsas acusaciones, sino no haber previsto un colapso tan rápido del país. De haberse preparado una segunda fuerza de ocupación (“System Admin”) encargada de la administrar el caos generado por la ocupación, tal vez sus habitantes no se hubieran “convertido en enemigos” de los invasores.iii Seguramente, el estratega aplica una similar explicación autoindulgente para el caso de Libia.iv
Barnett pide que el ejército norteamericano y sus aliados actúen en el terreno con la mayor flexibilidad posible, es decir, sin controles institucionales y con una total impunidad, expresamente fuera del alcance de la Corte Penal Internacional. Se trata de soltar a una jauría de chicos malos, jóvenes y feroces, que maten a quien se les ponga por delante, destruyan todo a su paso y desaparezcan de escena. Los sustituirán, una vez liquidado el enemigo militar, una fuerza de ocupación más amigable, que se hace cargo de “todo lo demás”: reconstruir las ruinas, darle de comer a los hambrientos, proveer de víveres básicos a los hospitales… cuando el presupuesto lo permita.

VER VIDEO: Thomas Barnett explica la nueva estrategia militar del Pentágono
https://www.ted.com/talks/thomas_barnett_draws_a_new_map_for_peace?language=es
 

Aunque nada justifica pensar que todos los conflictos de la humanidad deban resolverse en guerras devastadoras, este enfoque del Pentágono asume que en el futuro cercano grandes áreas del mundo serán convertidas en campo arrasado, completamente dependientes de las fuerzas invasoras para resolver necesidades básicas, y cuya vida cotidiana se militarizará por años, o para siempre.v
Este panorama ya empieza a ser realidad en el presente. Todos los países envueltos en la guerra en curso están, en el nuevo mapa del Pentágono, dentro de las zonas no integradas (ver figura). Y adivinen qué: también figuran Venezuela, Colombia, Ecuador, Ṕerú, Bolivia y Paraguay, junto con el norte de Chile y Argentina.

Sumiendo a los pueblos en la desesperación
 
En su trabajo “Interpretaciones divergentes en el campo antiimperialista”, Thierry Meyssan sostiene que las intervenciones militares desde el 2001 en adelante han aplicado esta doctrina.
Tradicionalmente, el campo antiimperialista estimaba que Estados Unidos agredía sucesivamente a Afganistán e Irak, y posteriormente a Túnez, Egipto, Libia y Siria sólo para derrocar los regímenes que se resistían a su imperialismo y controlar los recursos energéticos. “Los hechos han echado abajo ese razonamiento”, dice Meyssan. “El objetivo de Estados Unidos no era derrocar los gobiernos progresistas –en los casos de Libia y Siria–, ni robar el petróleo y el gas de la región, sino destruir los Estados, hacer retroceder sus pueblos a los tiempos de la prehistoria”.
Enfatiza Meyssan: “El imperialismo contemporáneo ya no tiene como prioridad apoderarse de los recursos naturales. Hoy domina el mundo y lo saquea sin escrúpulos. Ahora apunta a aplastar a los pueblos y destruir las sociedades…”
Meyssan relata que la misma táctica destructiva de sociedades se ha empleado en los distintos escenarios: comienza con acusaciones de crímenes horribles contra funcionarios de gobierno, y luego se suceden eventos violentos planificados para enfrentar al gobierno y la oposición entre sí, desatando un proceso de disolución social generalizado.

VER VIDEO: THIERRY MEISSAN: “Los venezolanos no se dan cuenta de lo que está preparándose”
https://www.youtube.com/watch?v=M08vFohNMok

Las piezas se van armando de una manera que encaja perfectamente con la distopía trazada por Barnett: los derrocamientos de Saddam Hussein y Gadhafi no dan paso al restablecimiento de la paz; las guerras continúan a pesar de la instalación de un gobierno de ocupación en Irak y en otros países; y los conflictos se extienden a lo largo de toda la “zona no integrada”, con millones de personas escapando de la guerra y alimentando la sistémica crisis de refugiados.vi
Ahora, el mismo proceso de destrucción se inicia en el noroeste de Latinoamérica. El griterío mediático crea la percepción generalizada de que Venezuela está atravesando por una crisis que requiere el uso de la fuerza internacional. Las naciones vecinas no podrían evitar verse involucradas. El nuevo mapa del Pentágono amenazada con seguir pasando de la teoría a hechos concretos.vii
Las audiencias cautivas de los medios hegemómicos que se ilusionan con una eventual “normalización” del país si fuerzas extranjeras remueven al gobierno de Nicolás Maduro, debe echarle un vistazo a los actuales teóricos de la guerra de Washington, repasar los promesas que hicieron hacen siete años en Libia, y contrastarlas con el presente ominoso de la nación africana.
Hoy más que nunca, se impone mirarnos en el espejo de nuestros semejantes.
Notas:
i “Dinero, poder y petróleo. Los emails de Hillary Clinton revelan el plan secreto de EE.UU en Libia”. Ellen Brown. 19 de Marzo de 2016. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210154
ii“Memorándum sobre Libia – Mentiras contra el Estado, el Guía y el ejército”. Saif al Islam Gadafi. Red Voltaire, 12 DE NOVIEMBRE DE 2017. http://www.voltairenet.org/article198665.html
iii “Esa estrategia, radicalmente nueva, comenzó a ser impartida como enseñanza por Thomas P. M. Barnett desde el 11 de septiembre de 2001. Fue dada a conocer y se expuso públicamente en marzo de 2003 –o sea justo antes de la guerra contra Irak– en un artículo de la revista estadounidense Esquire, y posteriormente en el libro titulado The Pentagon’s New Map, pero parece tan cruel que nadie ha creído que pudiera llegar a aplicarse”. Thierry Meyssan, “Interpretaciones divergentes en el campo antiimperialista”, Red Voltaire, 15 de Agosto de 2017. http://www.voltairenet.org/article197482.html
iv “No hay un solo caso de intervención de la OTAN en que los motivos oficiales de la guerra hayan resultado ciertos. No fue cierta la justificación oficial de la guerra contra Afganistán (motivo invocado: una supuesta responsabilidad de los talibanes en los atentados del 11 de septiembre de 2001), como tampoco lo fue en la guerra contra Irak (motivo invocado: un supuesto respaldo del presidente Saddam Hussein a los terroristas del 11 de septiembre y la preparación de armas de destrucción masiva que planeaba utilizar contra Estados Unidos), ni en Libia (supuesto bombardeo del ejército libio contra su propio pueblo), ni en Siria (dictadura del presidente Assad y de la secta de los alauitas). Y en ningún caso el derrocamiento de un gobierno ha puesto fin a la guerra”. Thierry Meyssan, ídem.
v Huelga decir que este discurso, que sublima la opción militar en todos los terrenos y le asigna a EE.UU un especial papel redentor, le imputa discretamente a los pueblos de las zonas no integradas la responsabilidad por su ruina.
vi Mientras tanto, como en un proceso de destrucción controlada cuidadosamente planificado, agentes de inteligencia y escuadrones especiales de las potencias juegan un rol crucial, organizando atentados de falsa bandera, entrenando y financiando tropas irregulares y jugando cartas diplomáticas funcionales a la prolongación de los conflictos.
vii Aunque parezca irreal, la lógica del nuevo mapa del Pentágono se encuentra incrustada dentro de las lógicas sistémicas del capitalismo global. La noción de pensamiento abismal de Bouventura de Souza Santos la describe como un sistema de distinciones invisibles entre sociedades metropolitanas y territorios coloniales, que atraviesa todas las dimensiones del mundo actual. Véase Bouventura de Souza Santos, “Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a una ecología de saberes*”, en http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/coedicion/olive/05santos.pdf

* Periodista argentino residente en México

Mas detalles en: http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/03/31/155548/

La balcanización: Los detalles del plan contra Venezuela

Mientras espero por mi entrevistado, le pregunto al muchacho que me trae el café —un joven que no llega a los treinta— si ha escuchado hablar alguna vez de Thomas Barnett. Sonríe y me contesta de manera negativa.

Se siente incómodo y hasta cree que trato de hacerle alguna broma. Antes de alejarse, vuelvo a preguntarle, esta vez por el último cantante de moda. No solo responde con receptividad sino que me brinda detalles exclusivos y profundos sobre “lo que no me puedo perder”. Ahora soy yo quien sonríe mientras le agradezco su buena disposición para demostrarme, de nuevo, la manera en que funciona el mundo.

“Tiene la mayor de las lógicas”, apunta Igor Collazos al llegar. “El sistema está hecho para que el 99% de las personas ignoren información que es vital para sus vidas”, reafirma.

Collazos es consultor y experto en inteligencia estratégica y Big Data, creador de la web Tío Conejo, una ‘startup’ venezolana que se apoya en el concepto de web semántica para brindar distintos servicios sobre análisis predictivos.

No parece estar muy informado sobre las últimas tendencias de la industria musical, pero sí sobre geopolítica. “Para entender lo que ocurre en Venezuela hay que prestar atención a ideólogos como Barnett así como a ‘think tanks’ como el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano”.
 
Las menciones que hace Collazos ya han sido señaladas por el investigador francés Thierry Meyssan como la declaración de principios que usa la élite mundial y el aparato militar occidental para reconfigurar el mundo.

“Cuando Meyssan dice que a Estados Unidos no le interesa el petróleo de Venezuela está en lo correcto. El petróleo barato, directo, es solo un medio para lograr su verdadero fin”, el cual consistiría en la división del mundo en dos grandes bloques.

Una zona de orden compuesta por “naciones integradas”, llamada el Núcleo y otro territorio anarquizado o la Brecha, lleno de “naciones no integradas” donde los conflictos y el caos serán el día a día. Sin embargo, para llegar a este punto es necesario un requisito previo: la destrucción de los Estados nación.


Balcanización, el juguete predilecto de la élite mundial
 
A juicio de Collazos, la estrategia de Occidente contra los países considerados objetivos militares es la balcanización, esto es, la “fragmentación sistemática de un Estado nación en estados más pequeños mutuamente hostiles”. El concepto se origina en las guerras en la península balcánica y en especial con la destrucción de Yugoslavia en los años 90 por la OTAN.

La idea central es “atizar las diferencias donde existan y crearlas donde no las haya”. La campaña de guerra psicológica en el caso venezolano ha estado dirigida a crear identidades políticas no solo contrapuestas, sino que además se busca que las mismas adquieran un carácter insalvable incluso desde el punto de vista político.

Existen muchas maneras en que este objetivo de destrucción del Estado nación puede ser logrado. Collazos identifica ocho de ellas, las cuales, desde su punto de vista son todas hipótesis probables “y en constante movimiento”, en el caso venezolano:

-Enclave: ocupación y consolidación de puntos estratégicos, relativamente pequeños pero muy bien posicionados para el control, sobre todo de redes de comunicación y transporte.

-Intervención: actuación armada contra Estados nación.

-Secesión: separación de porciones del territorio de un Estado nación. 

-Regionalismo: forjar identidades artificiales que enfatizan la diferencia sobre la unidad con miras a posicionar la idea de secesión por motivos pretendidamente culturales. 

-Metástasis: crecimiento descontrolado de enclaves al interior de un Estado nación.

-Anexión: apoderamiento de una fracción del territorio de un Estado nación por parte de una potencia extranjera.

-Especialización: fomento del desarrollo excesivo de una actividad económica particular de una región con el propósito de debilitar su capacidad de negociación, lo cual queda plenamente descrito por la teoría de la dependencia y de los sistemas mundo.

-Conflictos: fomento de guerras entre pueblos hermanos para terminar de consolidar su separación.

Las guarimbas en Venezuela, un modelo casi perfecto.

Collazos hace uso de mapas para explicarnos lo que ocurrió durante las protestas violentas de 2014 y 2017 y de lo que puede esperar Venezuela en el caso de un conflicto militar “es todo parte de un mismo plan”, argumenta mientras apura su café.


Según Collazos, el mapa muestra los principales lugares donde se concentraron las guarimbas desarrolladas en 2017. Enclaves territoriales que podrían resultar determinantes en el proceso de balcanización de Venezuela.

“Hay que prestar especial atención al triángulo conformado por Barquisimeto, Acarigua y Valencia. Las poblaciones de Cabudare y San Diego se ubican justo en los puntos de control de las principales vías de transporte del occidente del país”, apunta.

Lo que el análisis hace explícito en el mapa es que, en el caso de una eventual intervención armada, bastaría con el control del eje Acarigua-Barquisimeto, para lograr la separación efectiva de todo el occidente del país.

Una hipótesis de una probable agresión militar es que puede prescindir de la invasión de ejércitos regulares o irregulares por el occidente del país (frontera con Colombia) si se logran controlar de manera inmediata las ciudades señaladas anteriormente.

Collazos centra su atención en un mapa específico y lo surca de anotaciones y líneas. Pregunta —no sé si de forma retórica:

“¿Te parece casual que la élite petrolera del país antes de Chávez, que obedecían al pie de la letra a Washington, haya decidido construir uno de los complejos refinadores más grandes del mundo en una de las zonas más vulnerables y propicias para balcanizar?”.


Añade que para balcanizar no es necesario recurrir a operaciones militares. Una de las tácticas clave, y que aún recuerdan con dolor en la extinta Yugoslavia, tiene que ver con la exacerbación de los regionalismos. Para Collazos, este avance de proyectos como Rumbo Propio, un movimiento de corte secesionista en el estado de Zulia, uno de los más grandes del país, apunta en esa dirección.

Si unimos a estas identidades locales el ataque a los servicios públicos y la penetración de las fronteras por parte de grupos paramilitares tenemos la composición perfecta para generar un malestar que busque implosionar la relación con el Gobierno central y pedir la autonomía política y administrativa.

Las ciudades como laboratorios de balcanización

Cuando hacemos un recuento, junto a Collazos, del mapa de las protestas violentas de 2014 y 2017, los epicentros de la violencia son siempre los mismos: las zonas más adineradas, controladas por la oposición.

Collazos considera que las guarimbas visibilizaron un proceso de fragmentación que avanzaba subterráneo: el de la ‘ciudad racimo’.

La característica de esta clase de configuración es “el creciente aislamiento del espacio en urbanizaciones cerradas en sí mismas”, cuya seguridad ha sido cedida a empresas privadas.

“Es parte de un proceso global planetario de disolución del Estado nación y de corporativización del ejercicio de la violencia”, apunta Collazos.

El fin último es brindarle base material a una concepción de Gobierno corporativo a escala planetaria: el llamado World.Inc.

Un dato emerge dentro de la entrevista. Le hago saber que el fundador de la nefasta contratista de seguridad, Blackwater, Erick Prince, al parecer tiene ahora acceso directo a la Casa Blanca de la mano de los nuevos halcones de la guerra, John Bolton y Mike Pompeo.

Sin los obstáculos que suponían generales como McMaster, enemigo de desmantelar el Ejército para entregarle las tareas a las contratistas militares, ahora el enfoque de la guerra será el que satisfaga a empresas como BlackWater, es decir: “la eternización del conflicto” y la “caotización interna de las naciones”.

Collazos piensa sus próximas palabras y logra conectar los puntos. Desde su óptica todo es muy coherente. Las casetas de vigilancia, el cierre de calles, ceder la seguridad a empresas privadas, así se transforma la mentalidad de los ciudadanos. Ahora la vida está llena de controles: “Se configura un escenario en el cual la gente paga a sus propios carceleros, ya que, sospechamos, que esas empresas son subsidiarias de agencias internacionales con base en lugares como el Reino Unido, EEUU e Israel”.
 
¿Están modelando a la población? ¿Adecuándola para que acepte el control sobre su cotidianidad, sobre sus formas de vida?, pregunto en ráfaga.

Collazos nos recuerda la manera en que líderes violentos de las guarimbas secuestraron por semanas a miles de ciudadanos en sus urbanizaciones, ejerciendo total control sobre sus vidas. “Puede que haya sido un ensayo”, para lo que vendrá.

¿Y qué es lo que viene?, vuelvo a preguntar.

Sin embargo, la respuesta tropieza con la puesta del sol y ambos acordamos que es necesaria una segunda reunión.

El muchacho del café trae la cuenta y me pide que le recuerde el nombre que mencioné más temprano. Tomo un trozo de servilleta y se lo escribo: “Gugléalo”, le pido. Promete hacerlo y tenerme algunas opiniones para cuando vuelva por el lugar.

La entrevista termina, por ahora, mientras mi teléfono explota de mensajes sobre información de última hora en torno a la llegada de armamento norteamericano a una base aérea de Panamá. “Todo está en movimiento”, me digo, mientras la noche se hace con el control absoluto del cielo de Caracas.

(Sputnik)

viernes, 15 de febrero de 2019

¿Pueden Venezuela y sus vecinos ‎sobrevivir a la guerra que ya se anuncia?‎

Para poder enfrentar la crisis que desestabiliza Venezuela, al igual que las que ‎comienzan en Nicaragua y Haití, es necesario analizarla. Thierry Meyssan retoma en ‎este artículo las tres hipótesis que tratan de interpretarla y expone argumentos en favor ‎de una de ellas. También se refiere a la estrategia de Estados Unidos y a la manera de ‎afrontarla. ‎
| Damasco (Siria)

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Venezuela se divide hoy entre la legitimidad del presidente de la República constitucionalmente electo, Nicolás Maduro, y la del presidente de la Asamblea Nacional, Juan ‎Guaidó. ‎
Guaidó se autoproclamó «presidente encargado de Venezuela», invocando los artículos 223 y ‎‎233 de la Constitución. Pero basta con leer ambos artículos para comprobar que no se aplican a ‎la situación existente en Venezuela y que no es posible invocarlos para legitimar la posición que ‎Guaidó pretende reclamar. A pesar de ello, Estados Unidos, los países del «Grupo de Lima» y ‎ciertos gobiernos de países miembros de la Unión Europea afirman que Juan Guaidó tiene derecho ‎a la función que pretende usurpar. ‎
Entre quienes respaldan al presidente Nicolás Maduro, algunos aseguran que Washington está ‎reproduciendo el derrocamiento de un gobierno de izquierda, según el modelo de lo que ‎Estados Unidos hizo contra el presidente chileno, Salvador Allende, en 1973, bajo la ‎administración de Richard Nixon. ‎
Otros, luego de ver las revelaciones de Max Blumenthal y Dan Cohen sobre el historial de Juan ‎Guaidó [1], piensan, al contrario, que se trata de una ‎‎«revolución de color», como las que ya vimos bajo la presidencia de George W. Bush. ‎
En todo caso, ante la agresión de un enemigo mucho más fuerte que nosotros es crucial ‎identificar sus objetivos y entender los métodos que utiliza. Sólo tienen posibilidades de sobrevivir ‎quienes sean capaces de prever los golpes que van a recibir. ‎

Tres hipótesis predominantes


Es completamente lógico que los latinoamericanos comparen lo que están viviendo a lo que ya ‎vivieron en el pasado, como el golpe de Estado de 1973 en Chile. Pero sería arriesgado para ‎Washington tratar de reproducir el escenario aplicado contra Chile hace 46 años. Sería un error ‎porque todo el mundo conoce hoy los detalles de aquella manipulación. ‎
Al mismo tiempo, la revelación de los vínculos de Juan Guaidó con la National Endowment for ‎Democracy (NED) y con el equipo del estadounidense Gene Sharp hace pensar en una «revolución ‎de color», y más aún teniendo en cuenta que ya hubo en Venezuela una operación de ese tipo, ‎en 2007, cuando terminó en un fracaso. Pero, una vez más, sería arriesgado para Washington ‎tratar de aplicar nuevamente un plan que ya fracasó hace 12 años. ‎
Para entender las intenciones de Washington, debemos empezar por conocer su plan de batalla. ‎
El 29 de octubre de 2001, o sea mes y medio después de los atentados registrados en ‎Nueva York y el Pentágono, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld creó una estructura ‎llamada Office of Force Transformation (Oficina de Transformación de la Fuerza) cuya misión ‎consistiría en revolucionar las fuerzas armadas estadounidenses, cambiar su mentalidad para que ‎respondiesen a un objetivo radicalmente nuevo tendiente a garantizar la supremacía de ‎Estados Unidos a nivel mundial. Rumsfeld puso esa tarea en manos del almirante Arthur ‎Cebrowski, quien ya había trabajado en la creación de una red digital que abarcaba todas las ‎unidades militares y había participado, en los años 1990, en la elaboración de una doctrina de la ‎guerra en red (Network-centric warfare) [2].‎
El almirante Cebrowski llegaba con una estrategia ya elaborada que presentó no sólo en el ‎Pentágono sino en casi todas las academias militares estadounidenses. A pesar de su importancia, ‎su trabajo interno en las fuerzas armadas no se conoció hasta que se publicó un artículo en la ‎revista Vanity Fair. La argumentación de Cebrowski fue publicada por su asistente, Thomas ‎Barnett [3]. ‎Por supuesto, esos documentos no son obligatoriamente fieles al pensamiento imperante en el ‎Pentágono, pensamiento que ni siquiera tratan de explicar, limitándose a justificarlo. En todo ‎caso, la idea principal es que Estados Unidos debe tomar el control de los recursos naturales de ‎la mitad del mundo, no para utilizarlos para sí mismo sino para estar en posición de decidir quién ‎podrá utilizarlos. Para lograr ese objetivo, tendrá que destruir en esas regiones cualquier poder ‎político que no sea el de Estados Unidos y acabar con las estructuras mismas de los Estados en ‎los países existentes en esas regiones. ‎
Oficialmente, nunca se inició la aplicación de esa estrategia. Pero lo que estamos viendo desde ‎hace 20 años coincide precisamente con lo que se describe en el libro de Barnett. ‎
Primeramente, en los años 1980 y 1990, tuvo lugar la destrucción de la región africana de los ‎‎«Grandes Lagos». Lo que se recuerda de aquello es el episodio del genocidio perpetrado en ‎Ruanda y sus 900 000 muertos, pero el hecho es que toda la región fue devastada por una serie de ‎guerras que arrojaron un total de 6 millones de muertos. Resulta sorprendente comprobar que, a ‎‎20 años de aquellos hechos, numerosos países de la región aún no logran restaurar su soberanía ‎sobre el conjunto de sus territorios. Ese episodio es anterior a la doctrina Rumsfeld-Cebrowski, ‎así que no sabemos si el Pentágono había previsto lo que allí sucedió o si concibió su plan ‎mientras destruía aquellos Estados. ‎
Posteriormente, en los años 2000 y 2010, vino la destrucción del «Medio Oriente ampliado», ya ‎después de la doctrina Rumsfeld-Cebrowski. Por supuesto, es posible creer que lo sucedido en ‎esta otra región fue una sucesión de intervenciones «democráticas», de guerras civiles y de ‎revoluciones. Pero, además de que las poblaciones implicadas cuestionan la narración dominante ‎de esos acontecimientos, también podemos comprobar en este caso que las estructuras de los ‎Estados fueron destruidas y que no ha sido posible restaurar la paz después del fin de las ‎operaciones militares. Actualmente, el Pentágono está retirándose del «Medio Oriente ‎ampliado» y se prepara para desplegarse en la «Cuenca del Caribe». ‎
Una buena cantidad de elementos demuestran que nuestra comprensión anterior de las guerras de ‎George W. Bush y de Barack Obama era incorrecta y que esos mismos elementos corresponden a ‎la perfección con la doctrina Rumsfeld-Cebrowski. Esta lectura de los hechos no es por tanto ‎resultado de una coincidencia con la tesis de Barnett y nos obliga a revisar bajo otro ángulo todo ‎lo que hemos visto. ‎
Si adoptamos esta manera de pensar, tenemos que plantearnos que el proceso de destrucción de ‎la Cuenca del Caribe comenzó con el decreto del presidente Barack Obama, emitido el 9 de marzo ‎de 2015, según el cual Venezuela amenaza la seguridad nacional de los Estados Unidos de ‎América [4]. Puede parecer que eso pasó hace mucho tiempo, pero no es así. Basta recordar que ‎el presidente George W. Bush firmó la Syrian Accountabilit Act en 2003, pero las operaciones ‎militares contra Siria comenzaron 8 años más tarde, en 2011. Era el tiempo que necesitaba ‎Washington para crear las condiciones necesarias para la agresión. ‎

Los ataques contra la izquierda
anteriores a 2015


Si este análisis es correcto tenemos que plantearnos que los acontecimientos anteriores a 2015 –‎el golpe de Estado de 2002 contra el presidente Hugo Chávez, el intento de revolución de color ‎de 2007, la Operación Jericó en febrero de 2015 y las primeras guarimbas ‎ [5]‎ respondían a una ‎lógica diferente, mientras que lo sucedido después (el terrorismo de las guarimbas, en 2017) ‎es parte del plan actual. ‎
Mi reflexión se basa también en el conocimiento que he acumulado sobre esos elementos. ‎
Por ejemplo, en 2002 publiqué un análisis del golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez y ‎relataba el papel de Estados Unidos detrás de FEDECAMARAS –la organización de los patrones ‎venezolanos [6]. El presidente Hugo Chávez quiso verificar lo que yo había escrito y envió dos ‎emisarios a verme en París. Uno de ellos fue promovido a general y el otro es hoy una de las ‎principales personalidades de la República Bolivariana. El fiscal Danilo Anderson utilizó mi trabajo ‎en sus investigaciones y fue asesinado por la CIA en 2004. ‎
Por otro lado, en 2007, estudiantes trotskistas iniciaron un movimiento contra la decisión de ‎no renovar la licencia de RCTV, una estación de radio y televisión que transmitía en Caracas. Hoy ‎sabemos, gracias a Blumenthal y Cohen, que en aquella época Juan Guaidó ya estuvo implicado en ‎aquel movimiento y que recibió entrenamiento de discípulos del teórico de la no violencia Gene ‎Sharp. En vez de reprimir los excesos de aquel movimiento, lo que hizo el presidente Hugo ‎Chávez –en ocasión de la firma de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América ‎‎(ALBA), el 3 de junio– fue leer a los participantes un artículo que yo escrito sobre Gene Sharp y su ‎concepción de la no violencia al servicio de la OTAN y de la CIA [7]. Al darse cuenta de que habían sido manipulados, ‎numerosos manifestantes abandonaron la protesta. Sharp trató de negar torpemente los hechos, ‎escribiéndole al presidente Hugo Chávez y a mí mismo. Y logró crear cierta confusión en el ‎seno de la izquierda estadounidense, donde era visto como una personalidad respetable y ‎no vinculada al gobierno de Estados Unidos. El profesor Stephen Zunes asumió la defensa de ‎Sharp pero, ante el peso de las pruebas, Sharp acabó cerrando su instituto y dejando el espacio a ‎Otpor y al Canvas [8].‎
Volvamos ahora al periodo actual. Por supuesto, el reciente intento de asesinato contra el ‎presidente Nicolás Maduro hace pensar en todo lo que se hizo para acabar con el presidente ‎chileno Salvador Allende. También es cierto que las manifestaciones convocadas por el presidente ‎de la Asamblea Nacional Juan Guaidó hacen pensar en una revolución de color. Pero eso ‎no contradice mi análisis. Hay que recordar que en Libia hubo un intento de asesinato ‎contra Kadhafi poco antes del inicio de las operaciones militares contra la Yamahirya. ‎En Egipto, cuando los discípulos de Gene Sharp dirigieron las primeras manifestaciones contra ‎el presidente Hosni Mubarak, incluso distribuyeron una versión en árabe del manual que ya habían ‎utilizado en otros países [9]. Sin embargo, como lo demostraron los acontecimientos posteriores, en Egipto ‎no se trataba de un golpe de Estado ni de una revolución de color. ‎

Prepararse para la guerra


Si mi análisis es correcto –y por ahora todo parece indicar que sí lo es– hay que prepararse para ‎una guerra, no sólo en Venezuela sino en toda la Cuenca del Caribe. Nicaragua y Haití también ‎están desestabilizados. ‎
Esa guerra será impuesta desde el exterior. Su objetivo ya no será derrocar gobiernos de ‎izquierda para reemplazarlos por los partidos de derecha, aunque así lo indiquen las apariencias. ‎En el desarrollo de los acontecimientos se perderán las distinciones entre esos bandos. Poco ‎a poco, todos los sectores de la sociedad se verán amenazados, sin distinción de ideología ni de ‎clase social. ‎
Asimismo, los demás países de la región no podrán mantenerse al margen para escapar a la ‎tempestad. Los que crean que lograrán protegerse sirviendo de base de retaguardia a las ‎operaciones militares también serán parcialmente destruidos. Deben saber que, aunque la prensa ‎raramente menciona esto, ciudades enteras han sido arrasadas en la región de Qatif, en Arabia ‎Saudita, a pesar de que ese país es el principal aliado de Washington en el «Medio Oriente ‎ampliado». ‎
Según el esquema ya visto en los conflictos de la región africana de los Grandes Lagos y en el ‎Medio Oriente ampliado, esa guerra se desarrollaría por etapas:‎
- En primer lugar, destrucción de los símbolos del Estado moderno, con ataques ‎contra monumentos históricos o museos dedicados a la memoria de Hugo Chávez. Son acciones ‎que pueden no causar víctimas pero que atentan contra la conciencia colectiva de la población.
- Introducción de armas y financiamiento para la organización de “manifestaciones” que acabarán ‎en actos de violencia. La prensa dominante divulgará a posteriori explicaciones imposibles de ‎verificar sobre los crímenes, que serán atribuidos al gobierno como actos de represión contra ‎pacíficos manifestantes. Como lo que se busca es sembrar la división, es importante que ‎la policía crea haber sido tiroteada por la multitud y que la multitud crea al mismo tiempo que ‎la policía ha disparado contra ella.
- La tercera etapa consiste en organizar sangrientos atentados por todo el país. Eso requiere muy ‎pocas personas, basta con dos o tres equipos que circulen a través del país ‎[Este esquema ya fue utilizado con éxito contra Libia y Siria.]]‎.
- Sólo entonces será útil el envío de mercenarios extranjeros. En las guerras más recientes, ‎Estados Unidos envió a Irak y Siria al menos 130 000 extranjeros, a los que se agregaron unos ‎‎120 000 elementos armados locales. Se trata de ejércitos muy numerosos pero mal entrenados. ‎
El ejemplo de Siria demuestra que es posible defenderse. Pero hay medidas que deben adoptarse ‎urgentemente:
- Por iniciativa del general Jacinto Pérez Arcay y del presidente de la Asamblea Nacional ‎Constituyente, Diosdado Cabello, oficiales superiores venezolanos ya estudian las nuevas formas de lucha (la guerra ‎de 4ª generación). Pero sería importante enviar delegaciones militares a Siria para que sus ‎miembros puedan comprobar en el terreno cómo se desarrollaron los acontecimientos. Esto es ‎muy importante ya que este tipo de guerra no se parece a las anteriores. Por ejemplo, ‎en Damasco –la capital siria– la mayor parte de la ciudad está intacta, pero algunos barrios están ‎totalmente devastados, como Stalingrado después de la arremetida de los nazis. Eso implica el uso ‎de técnicas especiales de lucha.
- Es fundamental instaurar la unión nacional entre todos los patriotas. El presidente debe lograr ‎una alianza con la oposición nacional e incluir en su gobierno a algunos de sus líderes. ‎No se trata de encontrar o no simpático al presidente Maduro. Lo que se impone en la actual ‎coyuntura es luchar junto a él para salvar el país.
- El ejército debe formar una milicia popular. En Venezuela ya existe una, con unos 2 millones de ‎combatientes, pero no parece estar entrenada. Los militares rechazan generalmente la idea de ‎poner armas en manos de los civiles, pero los habitantes de un barrio son los más indicados ‎para defenderlo, precisamente porque conocen a todos sus habitantes.
- Será necesario emprender importantes trabajos de fortificación alrededor de los edificios del ‎Estado, de las sedes de los cuerpos armados y de los hospitales, en aras de garantizar su ‎seguridad a toda costa. ‎
Son medidas que deben adoptarse urgentemente, sobre todo porque concretarlas es complicado ‎y lleva tiempo… y el enemigo está ya casi listo. ‎

jueves, 7 de febrero de 2019

La libreta de Bolton y otras operaciones psicológicas contra Venezuela

El asesor de Seguridad Nacional de Trump protagonizó un psyop muy difundido
El asesor de Seguridad Nacional de Trump protagonizó un psyop muy difundido (Foto: Reuters)
La aceleración del conflicto generado desde Washington sobre Venezuela, hizo que escalara no sólo las agresiones a las instituciones locales y las amenazas (para)militares, sino también la tensión en lo social con movilizaciones en las calles, focos de violencia irregular y amenazas de intervención militar extranjera, unido a la situación hiperinflacionaria y comercial en
Las sanciones que significaron el embargo agregaron una carga que pesará en el ambiente creado, uno lleno de expectativas por un lado, mientras el chavismo se mantiene cauto pero movilizado en sus diferentes componentes sociales y políticos. El escenario se filtra en una sensación de peligrosidad activa, en un punto donde hemos pasado del intento de magnicidio contra el presidente Nicolás Maduro en agosto de 2018, hasta el presente con una "ayuda humanitaria" que ha generado más sospechas que salutaciones afirmativas.
Apenas arrancó 2019, el auge de los movimientos estadounidenses para crear un "gobierno paralelo" tuvo un ritmo frenético, sobre todo entre el 23 de enero y principios de febrero. Durante esos días se reprodujeron y expandieron informaciones, datos y relatos que colindaban entre la veracidad y el fraude informativo.
Bajo esa línea de opacidad mediática, con alcance sobre todo en redes sociales, las operaciones psicológicas (conocidas en inglés como psyops) se han difundido y diseminado por sobre todas las capas de audiencia y consumidores de información en Venezuela. Ha sido utilizadas con el fin de neurotizar y caotizar la psique social, sobre todo en el campo de las redes sociales, donde las opiniones (bajo un tratamiento definido) suelen ser consideradas hechos.
Esta vez, existen orígenes diversos de las psyops; en este artículo analizaremos aquellas operaciones vinculadas directamente con funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, así como de agencias de noticias con experiencia en la cobertura en terreno de conflictos de este tipo, que sobrepasan lo local para convertirse en un escenario de conflictividad global. De ese tamaño es la importancia de lo que suceda con Venezuela en lo sucesivo.

Estados Unidos al frente y de frente

Ha sido bien documentado el papel de la CIA y la Casa Blanca en la propagación de psyops en todo el mundo gracias al trabajo periodístico de Robert Parry (QEPD), mediante la cooptación de conglomerados mediáticos, políticos repitiendo una y otra vez mensajes clave en favor de unos intereses específicos y formadores de opinión.
El fin era ganar el campo de batalla psíquico no sólo en tiempos de guerra (apoyo a la Contra nicaragüense y las matanzas centroamericanas) sino sobre todo en los de paz (pensando en el síndrome post-Vietnam y el futuro desmantelamiento de la Unión Soviética), pues la subsumisión conductual era la estrategia del programa neoliberal representado en la Administración Reagan. Por primera vez se institucionalizaba, secretamente, un orwelliano Ministerio de la Verdad en los despachos de Washington, con el Consejo de Seguridad Nacional comandando las operaciones en fondo y forma.
De esta manera la CIA llegó también a expresar sus ideas en operaciones psicológicas, con la necesaria adaptación a la guerra irregular, bajo el formato de manual en la agresión contra la Nicaragua sandinista. Allí expresa los objetivos a largo plazo, pues no sólo constaba de hacer el énfasis en promover una percepción positiva de los Contra en su guerra de exterminio, asimismo se trataba de socavar la percepción de la realidad, y con ella crear en el sitio "guerrillas de combatientes propagandísticos" de la causa estadounidense.
El intentar coludir una identificación entre las víctimas y los agresores: ese fue el dominio donde se movieron las psyops contra el pueblo nicaragüense, y es allí también donde operan las operaciones psicológicas en Venezuela, con el hoy aditamento de que existen técnicas a través del Big Data para expandir dichas operaciones, con el uso de los datos personales como armas contra la población, lo que le da un contenido corporativo al asedio informativo (remember Cambrigde Analytica y cía).
Una manera categórica de propagar una psyop estuvo a cargo de John Bolton, el asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump, quien de manera interesada dio a mostrar su libreta con una anotación evidente: "5.000 tropas a Colombia".

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(Foto: The Washington Post)
Esta "información" recorrió el planeta, arrojando más sospechas que preguntas, ya que el peligroso funcionario estadounidense habría inferido "sin querer" que una inserción protagonizada por los hollywoodenses Marines podría darse en territorio venezolano. Sin embargo, tanto oficiales del ejército norteamericano como autoridades colombianas declararon que no tenían ese dato entres sus aprestos inmediatos.
Cabe acotar que, en efecto, el Pentágono está desplegando planes de servicio en la frontera colombo-venezolana, aunque el objetivo no ha sido dispuesto públicamente.
El gesto de Bolton sugería varios fines: amedrentar a la FANB y ajustar el clima social con las expectativas de una intervención militar a favor o en contra; esto último da igual al establishment extranjero pues se plantea la caotización psíquica del colectivo. Calza esta operación en un momento en el que el "Team Guaidó" intenta captar defecciones militares, con el objetivo de mercenarizar sus intereses para apoyar el anhelado golpe de Estado encabezado por Voluntad Popular (VP).
Al mismo tiempo que la Asamblea Nacional en desacato esboza un esquema de recibimiento de la cacareada "ayuda humanitaria", que consta básicamente de una zona de exclusión vía terrestre o aérea bajo el dominio militar del Pentágono, las expectativas suben bajo el guiño mediatizado de Bolton y la sugerencia de la "opción militar" como una definitiva forma de agresión dura contra Venezuela por parte (otra vez) del mismísimo Trump.

Enjambre, infoguerra y nervios sociales

La mayoría de las grandilocuencias en torno a las informaciones que se cruzan del mundo militar y policial local forman precisamente una especie de enjambre perceptivo con doble propósito: criminalizar los cuerpos de seguridad estatales mientras se instiga a la traición en formato golpista. Es una contradicción que se nutre precisamente de su múltiple discurso, alcanzando estratos del subconsciente en todas las capas societarias forjables y manipulables.
Los audios de WhatsApp son los dispositivos ideales para la difusión de rumores, dispone a los escuchas en una animosidad de conmoción, con especial énfasis en aquellos cuyos deseos están íntimamente ligados a las informaciones (generalmente falsas) emitidas.
Uno de los ejemplos más representativos lo materializa el siguiente audio, compartido entre una cantidad por ahora inestimable de usuarios, que fueron sujetos a una neurotización filtrada por la tensión actual del conflicto transnacional venezolano. Recuérdese que al día de hoy 5 de febrero, aún no se ha dispuesto la susodicha "ayuda humanitaria", vendida como un producto final del Día D.
Por otro lado, fotos y video se han desplegado por redes sociales y medios de comunicación haciéndolos pasar por informaciones verificadas, sin ningún tipo de contraste.
Una manera de matizar estas operaciones es confirmando informaciones y los insumos usados que conforman éstas. En estos últimos casos en que se anunciaba un ficticio "fin del chavismo" mediante el despliegue de la "ayuda humanitaria" estadounidense, hay que considerar que no ha habido una instalación con capacidad militar que pudiera efectuar una tarea de este tipo (por ahora) de parte del Pentágono y las fuerzas conjuntas de Colombia. Esto más la sugerencia del Comité Internacional de la Cruz RojaCáritas Venezuela (Vaticano) de que no se puede realizar una operación semejante sin el permiso de la FANB y el presidente Maduro.
Hasta los momentos muchos periodistas opositores y medios como Univisión han tenido desmentirse, asimismo con el caso de los niños "reclutados" por parte de la FANB bajo el supuesto de las inexistentes defecciones masivas a favor de Guaidó.
Llama la atención cómo se logra expandir informaciones falsas de ese tipo en un contexto de tensión política y bélica. En ese sentido, la recomendada investigación de Erin Gallagher sobre el uso de bots, cuentas fake e infoguerra de la oposición venezolana en Twitter, da luces en cuanto a la coordinación de un ejército de "guerreros del teclado", personalizados y automatizados, listo para difundir el enjambre de operaciones psicológicas y fake news que interesa a la oposición venezolana y sus acreedores del Norte.
Concluye Gallagher, luego de su ilustrativa exposición, que "puedo llamar a esto con confianza un patrón de inauténtica y coordinada conducta en Twitter" sobre una muestra que hace de cuentas que llegaron, en 2017, al enunciar un mismo y exacto discurso de criminalización del Estado venezolano, a través de etiquetas creadas en ese marco por una sociedad de hackers cuyo origen remite a Miami.
Y agrega: "Lo que puedo decir con certeza es que la red de redes sociales de la oposición venezolana engrana una inauténtica y coordinada actividad en Twitter", necesaria para el despliegue operativo de informaciones falsas y datos no contratastados.
El caso FAES (Fuerzas de Acciones Especiales) es otro tipo de caso en que se refleja esta expresión de enjambre artificiosa, en un contexto de violencia irregular que se agudiza con focos que sobrepasan las típicas luchas "cívicas" en los escenarios de golpe blando. De hecho, las investigaciones sobre los choques entre las FAES y grupos armados en los barrios de Caracas dan cuenta de que hay una coordinación beligerante con implicaciones políticas en las distintas bandas criminales del Guarataro, Petare y El Valle.
En este caso, las agencias de noticias como Reuters en conjunción con ONGs ligadas a los corredores de presupuesto privado y público de Washington (Provea, Foro Penal) generalizan y dejan de matizar cifras en torno a asesinatos en enfrentamientos violentos entre la policía y las bandas criminales.
La señalización de los "crímenes" continúa abultándose bajo expediente de los derechos humanos que tanto uso le ha dado Luis Almagro desde la OEA. A pesar de que no existe rigurosidad en las afirmaciones contra las FAES, el vaso medio vacío es tomado como lleno por la audiencia ya neurotizada bajo el enjambre de psyops que ponen el dedo sobre aquel cuerpo de seguridad, junto a otros, como chivos expiatorios en el futuro.
Toda operación de este tipo capta la atención sobre la necesidad de expurgar socialmente cualquier vestigio de lo que se criminaliza. El chavismo ya conoce los riesgos vitales de estas operaciones bajo el manto de los crímenes de odio que han acontecido desde el fallido golpe de color en 2017.
Al cierre de esta nota, se puede decir que dichas operaciones tuvieron un efecto a corto plazo en el imaginario colectivo venezolano, y hasta regional y global. No ha ocurrido la anhelada invasión militar dirigida por la troika del golpe y la guerra (Pence-Bolton-Rubio), y Trump parece que juega él mismo al policía bueno policía malo a través de Twitter como lo ha hecho ya anteriormente con los líderes asiáticos Xi Jinping y Kim Jong-un.
Esto no quiere decir que las amenazas no sean factibles, al contrario: no debemos desestimarlas. Pero sí mantener la calma a la hora de recibir y difundir información en nuestras redes, cotejar datos, sospechar de lo demasiado estruendoso. La información también es un arma, sirve para atacar y defenderse. Recordemos siempre a Sun Tzu: "Todo el arte de la guerra está basado en el engaño".