Los planes imperialistas de intervención militar en Venezuela no
prevén un “recambio democrático” con posterior florecimiento de la
economía, sino un proceso de disolución nacional al estilo de Libia, que
se extendería por toda la región. Eso predicen los estrategas del
Pentágono, y lo explican en sus charlas públicas.
Por Claudio Fabian Guevara*,
Resumen Latinoamericano, 31 marzo 2018
Hace siete años, Libia, la nación más próspera de Africa, comenzaba a
derrumbarse bajo una invasión militar que la dejaría sumida en el caos.
El guión noticioso de aquellos días afirmaba que la OTAN había decidido
bombardear el país como represalia contra el gobierno de Muamar el
Gadafi, acusado de bombardear marchas de oposición interna. Era un
contrasentido: ningún gobierno tiene necesidad de usar un bombardeo para
reprimir protestas. Y en el caso de que tal bizarra situación tuviera
lugar, bombardear el país entero equivale a que los bomberos, para
combatir el incendio de una casa, prendieran fuego toda la manzana.
Las noticias absurdas, transmitidas en cadena, suelen ser la antesala de
las más crueles operaciones de guerra. La operación militar de la OTAN,
bendecida por la ONU y jamas cuestionada por quienes forman la opinión
pública de Occidente, no tuvo por objeto solamente el desplazamiento del
gobierno libio, sino también la destrucción de la infraestructura civil
que hacía de Libia es país más desarrollado de Africa.
Antes de 2011, Libia había conseguido la independencia económica, su
propia alimentación, explotaba en beneficio de la nación su petróleo, y
su banco estatal se aprestaba a lanzar, junto con naciones africanas,
una moneda basada en el patrón oro. A partir de la revolución
independentista que encabezó Gadafi, Libia se había convertido en el
país más rico de África. “La educación y los tratamientos médicos eran
gratuitos; la vivienda se consideraba parte de los derechos humanos y
los libios participaban en un original sistema de democracia local. El
país se jactaba de tener el sistema de irrigación más grande del mundo,
el proyecto del Gran Río Artificial, que trasportaba agua desde el
desierto a las ciudades y las zonas costeras; Gadafi estaba embarcado en
un programa para extender este modelo por toda África”. i
Balance de la invasión “liberadora”
Siete años después de la invasión “democratizadora” de las potencias
occidentales, “la población de las ciudades de Libia, incluyendo la
capital Trípoli, donde vive una tercera parte de la población libia,
sufre escasez de agua, vive en la oscuridad debido a los cortes de
electricidad y carece de instalaciones médicas y de lo necesario para
satisfacer las necesidades humanas fundamentales. Según la ONU, 65% de
los hospitales están cerrados, mientras que el dinar libio se ha
desplomado y la producción de petróleo ha pasado de 1,9 millones de
barriles diarios a 250 000 barriles… Las principales carreteras están
interrumpidas por causa de las operaciones militares y de la
proliferación de bandas… Las noticias cotidianas más frecuentes son los
secuestros con pedidos de rescate y el tráfico de armas que florece a
través de internet”.ii
Otros detalles del presente de Libia luego de la invasión “salvadora” de
Occidente hacen especialmente escalofriante la indiferencia hacia su
destino:
Un Estado que atraía inversionistas del mundo entero se ha convertido en
un exportador de migrantes. El 55% de su población se ha refugiado en
el extranjero.
Un Estado que reunió a expertos y forjó una Constitución moderna, base
de una democracia original que fue alabada como la “tercera vía” por
importantes pensadores, está convertido ahora en una zona gobernada por
1.500 milicias criminales.
Un Estado que había logrado satisfacer las necesidades básicas de toda
la población, donde el robo era inhabitual, ha sido convertido en un
lugar donde cuerpos humanos mutilados y en estado de descomposición
aparecen cotidianamente en las calles y carreteras.
¿Cuáles son los motivos de semejante desastre, y de que Libia hoy no
pueda ser “presentada en sociedad” como un ejemplo de la acción
civilizadora de las instituciones occidentales? ¿Se trata de ineficacia,
un error de cálculo de los estrategas militares, o hay algo más?
Los líneamientos de la agenda profunda
Los motivos de la operación militar, según surge de miles de e-mail de
Hillary Clinton desclasificados, no solo giraron en torno al pillaje de
los recursos petroleros y financieros de la nación africana. En
realidad, parece haber tenido mayor peso la represalia imperial ante la
“insolente” iniciativa de Gadafi de establecer una moneda africana
independiente, anclada en el patrón oro.
Detrás de esta superficie, hay indicios de una agenda profunda que revela mucho más.
El Gran Río Artificial era un grandioso proyecto de infraestructuras que
estaba convirtiendo regiones áridas de Libia en un verdadero granero.
El proyecto, un sistema de irrigación civil que daba servicio al 70 por
ciento de la población, había costado 33.000 millones de dólares. Se
había financiado sin intereses y sin crear deuda externa, a través del
propio banco público libio. El modelo, además, se pretendía exportar a
los países hermanos de Africa.
Un primer detalle sugestivo es que esta infraestructura fundamental fue
destruida en 2011 por los bombardeos. Ningunos de los motivos de la
intervención “humanitaria” puede explicar la decisión militar de demoler
esta infraestructura de servicios básicos a la población.
El profesor canadiense Maximilian Forte lo explica así en su libro
Slouching toward Sirte: NATO’s war in Lybia and Africa: “El objetivo de
la intervención militar de EE.UU. era trastocar un modelo de
independencia emergente y una red de colaboración dentro de África que
habría permitido incrementar el nivel de autonomía africano, contrario a
las ambiciones geoestratégicas, económicas y políticas de las potencias
extracontinentales europeas, concretamente, de EE.UU.”
Desde este enfoque, destruir infraestructura tendría por objeto
desalentar a la población y facilitar la captura militar del enclave.
Sin embargo, un segundo detalle sugestivo revela otro nivel de la agenda
profunda. La OTAN no solo bombardeó el sistema de canales y tuberías,
sino que terminó definitivamente con el proyecto al destruir la factoría
que fabricaba las tuberías necesarias para repararlo. Si los planes
invasores eran acaban con la autonomía de esa nación, para volver a
dirigirlo bajo una nueva administración neocolonial ¿Por qué no preparar
el terreno para restablecer los servicios a la población una vez tomado
el control del país? ¿Por qué bloquear un “retorno a la normalidad”?
Al parecer, los planificadores del mundo no han previsto un retorno la
normalidad para las nuevas zonas introducidas dentro de la guerra. Esto
es importante para analizar el presente y el futuro de Venezuela.
Bienvenidos a las “zonas no integradas”
Las noticias del sistema hegemónico de medios presentan a un grupo
creciente de países del mundo envueltos en conflictos que aparecen
desconectados unos de otros. En estos momento hay guerra, con
movimientos de blindados y tropas regulares e irregulares, en Túnez,
Libia, Egipto, Palestina, Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudita, Bahréin,
Yemen, Turquía y Afganistán. Al mismo tiempo, las noticias anticipan que
Venezuela puede ser el próximo foco de un enfrentamiento bélico,
fogoneado por un clima de “linchamiento mediático” y por amenazas de
intervención militar de Estados Unidos.
¿Qué tienen en común todos estos territorios? Todos se ven envueltos en
conflictos confusos e interminables, inducidos y/o realimentados por
fuerzas irregulares donde agentes extranjeros participan en el combate o
en el entrenamiento de los “rebeldes” que reciben generosa provisión de
armamentos desde el exterior; y todos figuran, en el nuevo mapa del
Pentágono, dentro de las “zonas no integradas” del mundo, una concepción
militar que plantea un análisis de la guerra y de la paz en el contexto
de “todo lo demás”: comercio interno e internacional, sistemas de
sanidad y educación, fuerzas de seguridad, etc.
A fines analíticos, el nuevo mapa del Pentágono divide al globo en dos áreas:
– Una zona “integrada” (el “núcleo”), que goza de los beneficios del
sistema: Norteamérica, Europa, Japón, Rusia, Sudafrica, China, India,
Australia y Nueva Zelanda, Brasil, Uruguay y parte de Argentina y Chile.
– Otra zona “no integrada” (la “brecha”) sumida en un caos donde la
población es incapaz de organizar su desarrollo colectivo y sólo se
piensa en sobrevivir el día a día: el resto del mundo. Para dotar de
cierta organización social a estos territorios (aunque no se planteen
explícitamente metas y plazos) hace falta una Fuerza de Administración
de Sistemas dependiente del ejército estadounidense.
Esta concepción se encuentra resumida en el libro “The Pentagon’s New
Map: War and Peace in the Twenty-First Century”, de Thomas Barnett, y
parte de la presunción de que la superioridad militar de Estados Unidos
es aplastante en todos los escenarios, y como tal, debe ser ejercida
para “eliminar a los chicos malos”. La novedad es que debe prepararse
además una fuerza de ocupación de largo plazo que “administre los
sistemas” que fueron destruidos.
Para Barnett, el problema de Irak no fue haber invadido el país ilegal e
insensatamente, bajo falsas acusaciones, sino no haber previsto un
colapso tan rápido del país. De haberse preparado una segunda fuerza de
ocupación (“System Admin”) encargada de la administrar el caos generado
por la ocupación, tal vez sus habitantes no se hubieran “convertido en
enemigos” de los invasores.iii Seguramente, el estratega aplica una
similar explicación autoindulgente para el caso de Libia.iv
Barnett pide que el ejército norteamericano y sus aliados actúen en el
terreno con la mayor flexibilidad posible, es decir, sin controles
institucionales y con una total impunidad, expresamente fuera del
alcance de la Corte Penal Internacional. Se trata de soltar a una jauría
de chicos malos, jóvenes y feroces, que maten a quien se les ponga por
delante, destruyan todo a su paso y desaparezcan de escena. Los
sustituirán, una vez liquidado el enemigo militar, una fuerza de
ocupación más amigable, que se hace cargo de “todo lo demás”:
reconstruir las ruinas, darle de comer a los hambrientos, proveer de
víveres básicos a los hospitales… cuando el presupuesto lo permita.
VER VIDEO: Thomas Barnett explica la nueva estrategia militar del Pentágono
https://www.ted.com/talks/thomas_barnett_draws_a_new_map_for_peace?language=es
Aunque nada justifica pensar que todos los conflictos de la humanidad
deban resolverse en guerras devastadoras, este enfoque del Pentágono
asume que en el futuro cercano grandes áreas del mundo serán convertidas
en campo arrasado, completamente dependientes de las fuerzas invasoras
para resolver necesidades básicas, y cuya vida cotidiana se militarizará
por años, o para siempre.v
Este panorama ya empieza a ser realidad en el presente. Todos los países
envueltos en la guerra en curso están, en el nuevo mapa del Pentágono,
dentro de las zonas no integradas (ver figura). Y adivinen qué: también
figuran Venezuela, Colombia, Ecuador, Ṕerú, Bolivia y Paraguay, junto
con el norte de Chile y Argentina.
Sumiendo a los pueblos en la desesperación
En su trabajo “Interpretaciones divergentes en el campo
antiimperialista”, Thierry Meyssan sostiene que las intervenciones
militares desde el 2001 en adelante han aplicado esta doctrina.
Tradicionalmente, el campo antiimperialista estimaba que Estados Unidos
agredía sucesivamente a Afganistán e Irak, y posteriormente a Túnez,
Egipto, Libia y Siria sólo para derrocar los regímenes que se resistían a
su imperialismo y controlar los recursos energéticos. “Los hechos han
echado abajo ese razonamiento”, dice Meyssan. “El objetivo de Estados
Unidos no era derrocar los gobiernos progresistas –en los casos de Libia
y Siria–, ni robar el petróleo y el gas de la región, sino destruir los
Estados, hacer retroceder sus pueblos a los tiempos de la prehistoria”.
Enfatiza Meyssan: “El imperialismo contemporáneo ya no tiene como
prioridad apoderarse de los recursos naturales. Hoy domina el mundo y lo
saquea sin escrúpulos. Ahora apunta a aplastar a los pueblos y destruir
las sociedades…”
Meyssan relata que la misma táctica destructiva de sociedades se ha
empleado en los distintos escenarios: comienza con acusaciones de
crímenes horribles contra funcionarios de gobierno, y luego se suceden
eventos violentos planificados para enfrentar al gobierno y la oposición
entre sí, desatando un proceso de disolución social generalizado.
VER VIDEO: THIERRY MEISSAN: “Los venezolanos no se dan cuenta de lo que está preparándose”
https://www.youtube.com/watch?v=M08vFohNMok
Las piezas se van armando de una manera que encaja perfectamente con
la distopía trazada por Barnett: los derrocamientos de Saddam Hussein y
Gadhafi no dan paso al restablecimiento de la paz; las guerras continúan
a pesar de la instalación de un gobierno de ocupación en Irak y en
otros países; y los conflictos se extienden a lo largo de toda la “zona
no integrada”, con millones de personas escapando de la guerra y
alimentando la sistémica crisis de refugiados.vi
Ahora, el mismo proceso de destrucción se inicia en el noroeste de
Latinoamérica. El griterío mediático crea la percepción generalizada de
que Venezuela está atravesando por una crisis que requiere el uso de la
fuerza internacional. Las naciones vecinas no podrían evitar verse
involucradas. El nuevo mapa del Pentágono amenazada con seguir pasando
de la teoría a hechos concretos.vii
Las audiencias cautivas de los medios hegemómicos que se ilusionan con
una eventual “normalización” del país si fuerzas extranjeras remueven al
gobierno de Nicolás Maduro, debe echarle un vistazo a los actuales
teóricos de la guerra de Washington, repasar los promesas que hicieron
hacen siete años en Libia, y contrastarlas con el presente ominoso de la
nación africana.
Hoy más que nunca, se impone mirarnos en el espejo de nuestros semejantes.
Notas:
i “Dinero, poder y petróleo. Los emails de Hillary Clinton revelan el
plan secreto de EE.UU en Libia”. Ellen Brown. 19 de Marzo de 2016.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210154
ii“Memorándum sobre Libia – Mentiras contra el Estado, el Guía y el
ejército”. Saif al Islam Gadafi. Red Voltaire, 12 DE NOVIEMBRE DE 2017.
http://www.voltairenet.org/article198665.html
iii “Esa estrategia, radicalmente nueva, comenzó a ser impartida como
enseñanza por Thomas P. M. Barnett desde el 11 de septiembre de 2001.
Fue dada a conocer y se expuso públicamente en marzo de 2003 –o sea
justo antes de la guerra contra Irak– en un artículo de la revista
estadounidense Esquire, y posteriormente en el libro titulado The
Pentagon’s New Map, pero parece tan cruel que nadie ha creído que
pudiera llegar a aplicarse”. Thierry Meyssan, “Interpretaciones
divergentes en el campo antiimperialista”, Red Voltaire, 15 de Agosto de
2017. http://www.voltairenet.org/article197482.html
iv “No hay un solo caso de intervención de la OTAN en que los motivos
oficiales de la guerra hayan resultado ciertos. No fue cierta la
justificación oficial de la guerra contra Afganistán (motivo invocado:
una supuesta responsabilidad de los talibanes en los atentados del 11 de
septiembre de 2001), como tampoco lo fue en la guerra contra Irak
(motivo invocado: un supuesto respaldo del presidente Saddam Hussein a
los terroristas del 11 de septiembre y la preparación de armas de
destrucción masiva que planeaba utilizar contra Estados Unidos), ni en
Libia (supuesto bombardeo del ejército libio contra su propio pueblo),
ni en Siria (dictadura del presidente Assad y de la secta de los
alauitas). Y en ningún caso el derrocamiento de un gobierno ha puesto
fin a la guerra”. Thierry Meyssan, ídem.
v Huelga decir que este discurso, que sublima la opción militar en todos
los terrenos y le asigna a EE.UU un especial papel redentor, le imputa
discretamente a los pueblos de las zonas no integradas la
responsabilidad por su ruina.
vi Mientras tanto, como en un proceso de destrucción controlada
cuidadosamente planificado, agentes de inteligencia y escuadrones
especiales de las potencias juegan un rol crucial, organizando atentados
de falsa bandera, entrenando y financiando tropas irregulares y jugando
cartas diplomáticas funcionales a la prolongación de los conflictos.
vii Aunque parezca irreal, la lógica del nuevo mapa del Pentágono se
encuentra incrustada dentro de las lógicas sistémicas del capitalismo
global. La noción de pensamiento abismal de Bouventura de Souza Santos
la describe como un sistema de distinciones invisibles entre sociedades
metropolitanas y territorios coloniales, que atraviesa todas las
dimensiones del mundo actual. Véase Bouventura de Souza Santos, “Más
allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a una ecología de
saberes*”, en
http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/coedicion/olive/05santos.pdf
—
* Periodista argentino residente en México
Mas detalles en: http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/03/31/155548/